Fénix. Revista De La Biblioteca Nacional Del Perú, N°51, 2023
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Osmar Gonzáles Alvarado
Al respecto han reflexionado
diversos autores, como Lewis A.
Coser (1966), Gustavo Sorá (2017;
2008), Siegfried Unseld (2018), entre
otros. En América Latina, un caso
precursor fue el del pensador social
venezolano, Rufino Blanco Fombona,
fundador de la Editorial América, en
1915, como ha destacado Isabel León
Olivares (2018). En el Perú tenemos
algunos casos ejemplares, como
Clorinda Matto de Turner, Manuel
Beltroy, José Bustamante y Ballivian,
José Carlos Mariátegui, quizás el más
emblemático, entre otros (González
del Riego & Gonzales Alvarado, 2023;
Gonzales Alvarado, 2021). En todos
estos casos, trataron de, en palabras
de Unseld, «conjugar el espíritu con el
negocio» (2018, p. 32).
Por otro lado, Roger Chartier (1994)
subraya que el autor no escribe libros,
sino textos que, posteriormente, y
gracias a la tecnología, adquirirán
la forma de libro. Esto supone la
aparición de nuevos oficios y de
modificaciones en la vida social en
la que surge la industria editorial, a
la que, a su vez, impacta. De igual
modo, se debe sumar la influencia
que esta puede adquirir en el territorio
de las decisiones del propio Estado,
donde se toman medidas traducidas
en políticas públicas con el propósito
de impulsar tanto la industria del libro,
como el gusto social por la lectura.
Como lo describe Robert Darnton, se
trata de un ciclo vital:
Podría describirse como un
circuito de comunicación que va del
autor al editor (si no es librero quien
asume este papel); de ahí al impresor,
al transportista, al librero y al lector. El
lector cierra el circuito porque influye
en el autor tanto antes como después
del acto de escribir. Los autores son
lectores también (2014, p. 181).
Evidentemente, a todos los
elementos señalados se debe
añadir el factor de permanente
renovación tecnológica que modifica
sustancialmente los procesos
y funciones tradicionales de la
producción y difusión del libro, y en el
ecosistema del libro y la lectura, dicho
en términos generales.
Ahondando un poco más en el
carácter dual del libro, es preciso
subrayar que este, en tanto objeto
cultural, difunde ideas, conocimiento,
información; contribuye a una
autoconsciencia de la persona como
ciudadano e, incluso, en la formación
de la identidad individual y colectiva,
nacional o universal. En tanto símbolo
de la cultura impresa, es la base de
la lectura y de la escritura, así como
de la legitimación de los autores
en el universo de las ideas. En este
sentido, su lugar o espacio innato es
la biblioteca.
Asimismo, en tanto mercancía,
el libro tiene otras características,
pues es parte de la industria editorial
(compuesta por editoras, imprentas,
librerías, ferias y afines), es parte del
mercado y, por lo tanto, tiene costo
y precio. En este dominio, interactúan
profesiones y oficios especializados