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Lima estrellada. Una lectura de las obras de Pedro 

Peralta Barnuevo e Hipólito Unanue en la fundación 

de la Biblioteca Pública de Buenos Aires

Starry Lima. A reading of the works of Pedro Peralta Barnuevo 

and Hipólito Unanue in the foundation of the Public Library of 

Buenos Aires

Matías Maggio-Ramírez

Universidad Nacional de Tres de Febrero

Buenos Aires, Argentina

Contacto: mmramirez@untref.edu.ar

https://orcid.org/0000-0002-1106-1381

Resumen

El objetivo del artículo es analizar la pervivencia de la figura del cielo estrella-

do en dos obras: Lima fundada, de José Peralta Barnuevo, y Observaciones sobre 

el clima de Lima y sus influencias en los seres organizados, en especial el hombre, de 

Hipólito Unanue, desde la historia cultural. La escritura poética y metafórica, 

a pesar de que estos libros trataran cuestiones propias del género ensayístico y 

pusieran de relieve la salubridad del clima limeño, permitió indagar en distin-

tas tradiciones sobre la representación del cielo estrellado en la estructura del 

poema épico y en la influencia de los astros en las personas.

Palabras clave: cielo estrellado, Lima, determinismo climático, historia natu-

ral, poesía épica.

Abstract

The aim of this article is to analyse the survival of the figure of the starry sky 

in two works, Lima fundada by José Peralta Barnuevo and Observaciones sobre 

el clima de Lima y sus influencias en los seres organizados, en especial el hombre by 

Hipólito Unanue, from cultural history. Poetic and metaphorical writing, even 

though books dealt with issues typical of the essay genre and highlighted the 

salubrity of Lima´s climate made it possible to inquire into different traditions 

about the representation of the starry sky in the structure of the epic poem and 

in the influence of the stars in people.

Keywords: starry sky, Lima, climatic determinism, natural history, epic poe-

try.

 

Recibido: 2022-06-03/ Revisado: 2022-09-23 / Aceptado: 2022-09-24/ Publicado: 2022-12-06

ISSN-e: 2709-5649 pp. 110-125


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Lima estrellada. Una lectura de las obras de Pedro Peralta Barnuevo e Hi-

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Esta peculiaridad de las inteligencias bien dotadas ha sido representada en el Perú por dos 

hombres que, durante dos siglos, y cada uno dominando en el suyo, se dividieron el imperio 

de la sabiduría. Peralta lleva el cetro durante el último tercio del siglo XVII y los primeros 

períodos del XVIII; Unanue lo hereda de manos de aquél y lo sostiene sin rival, pero rodea-

do de discípulos, hasta el año 1833 en que falleció octogenario.

Juan María Gutiérrez (1957, p. 16)

1. Lecturas bonaerenses
La fundación de la Biblioteca Pública de Buenos Aires fue una de las instancias 

centrales para comprender la cultura impresa del periodo virreinal en el Río 

de la Plata. Con ese gesto, la Primera Junta de Gobierno favoreció «la conser-

vación de libros y la lectura de estudio como vehículo de aprendizaje social» 

(Parada, 2009, p. 174), a la vez que fue una prueba del proceso revolucionario 

que visibilizó un espectro de lecturas e intereses que se creyó necesario sociabi-

lizar y compartir. El texto fundacional, publicado en la Gazeta de Buenos Ayres 

el 13 de setiembre de 1810, reconocía aliviado que «por fortuna tenemos libros 

bastantes para dar principio a una obra, que crecerá en proporción del sucesi-

vo engrandecimiento de este pueblo», por lo que se abrió una suscripción pa-

triótica para los gastos de estantes y demás costos «inevitables». En el libro de 

ingresos y donaciones, así como en la Gazeta, se dejó noticia de la participación 

de la comunidad que entregó libros, periódicos, maderas, cuadernos y dinero 

para acompañar la iniciativa institucional de la Primera Junta

1

La creación de la Biblioteca Pública de Buenos Aires fue la apropiación de 

un gesto del regalismo propio de las reformas borbónicas. La expulsión de los 

jesuitas había dejado una gran biblioteca, aunque en parte fue vendida a parti-

culares. Antes de decretarse la fundación de la Biblioteca ya se había solicitado 

el envío de los libros que quedaran en los distintos edificios de los jesuitas para 

incorporarlos en el catálogo fundacional. La importante presencia de libros en 

lenguas vernáculas como el castellano y el francés dejó entrever que la Biblio-

teca crecería más allá de los límites religiosos donde reinaba el latín. El saber 

laico buscaba la clave para lograr la felicidad pública como sinónimo del pro-

greso en libros y periódicos. 

1   En el libro de donaciones se registró el autor, el título de la obra en castellano —aunque la 

obra se encontrara en otro idioma salvo en latín—, la cantidad de tomos y el formato del 

libro. Se han realizado dos transcripciones parciales del libro de donaciones en La Revista de 

la Biblioteca Pública de Buenos Aires, bajo la dirección de Manuel Ricardo Trelles en 1879, en 

este caso con la transcripción de las noticias sobre la Biblioteca en la Gazeta de Buenos Ayres

y en la Revista de la Biblioteca Nacional, dirigida por Felipe Barreda Laos en 1944. Para rastrear 

los títulos que aquí nos interesan se tuvieron en cuenta tanto las noticias sobre la Biblioteca 

en la prensa como las transcripciones del libro de donaciones, así como su cotejo con foto-

grafías digitales del libro manuscrito. Los registros del libro de donaciones permiten analizar 

el horizonte de expectativas y temas que interesaban a los lectores que fueron los principales 

donantes. 


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Entre los poco más de mil libros que fueron registrados entre 1810 y 1824, 

dos títulos de autores peruanos se encontraron en el libro de ingresos y do-

naciones, los cuales mantenían un diálogo entre ellos

2

. Entre los ejemplares 

extraídos del Colegio San Carlos y algunos de los que eran de su rector Luis 

José de Chorroarín, en 1810 se registró la entrada: «Peralta. El poema histórico 

titulado: Lima fundada, con las notas históricas declaratorias &c. en p.

no

» en 

dos volúmenes. En 1822 se anotó en el libro que «El D.

r

 D.

n

 Hipolito Vnanue, 

presentó su obra intitulada Observaciones sobre el clima de Lima y sus influen-

cias en los seres organizados, 2.

da

 edicion Madrid 1815, 4° p.

ta

» en un volumen 

(Primeras donaciones…, 1944)

3

. Ambas obras utilizaron la fuerza de la escritu-

ra poética para argumentar tanto sobre la importancia del clima en la salud de 

los limeños como para narrar la historia de una ciudad, sin perder de vista el 

cielo estrellado.

2. Hipólito Unanue

La constitución del cielo influye en los seres organizados que habitan debaxo de él. Pende de 

aquí especialmente el tono de la naturaleza productiva, y la calidad de sus partos. Por esto 

en los tiempos antiguos en que florecieron las ciencias, el estudio de los climas fue uno de los 

que mejor se cultivaron.

Hipólito Unanue (1815)

Unos meses antes del temblor que en 1806 sacudió las torres de Lima, se publi-

có en aquella ciudad la primera edición de Observaciones sobre el clima de Lima 

y sus influencias en los seres organizados, en especial el hombre. Su autor, Hipólito 

Unanue, catedrático de Medicina en la Real Universidad de San Marcos, gozó 

de fama y reconocimiento al ser su obra apreciada «no sólo por Literatos de 

América, sino también de los de Europa», como Alexander von Humboldt 

en su Ensayo político sobre la Nueva España

4

. La segunda edición corregida por 

el autor se entregó a imprenta en Madrid luego de que, en octubre de 1807, se 

viera en Lima un cometa y en noviembre de 1811, otro que permaneció visible 

2   Se recortó el periodo entre esas fechas porque entre 1825 y 1833 no se registró ningún tipo 

de material en el libro de ingresos. Se privilegió el relevamiento de esa fuente institucional, 

antes que la periodística, como signo del pasaje de las bibliotecas privadas a las públicas. Por 

otro lado, no son los únicos autores o temas peruanos que aparecen en el catálogo, pero en 

este primer acercamiento al análisis de la fuente se hizo esta selección por la cita de Unanue 

a Peralta 

3   Lamentablemente, ninguno de los títulos donados se encuentra en el Tesoro de la Biblioteca 

Nacional Mariano Moreno. El ejemplar de Unanue de 1815 pertenece a la donación Balcar-

ce. 

4   Agradezco la lectura de José Emilio Burucúa al primer borrador de este trabajo que se presen-

tó en su seminario «Tradición clásica y mundo moderno» que dictó en el Instituto de Altos 

Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín. 


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durante seis meses sin necesidad de telescopio. Unos años más tarde, un gran 

incendio en Guayaquil destruyó media ciudad, un huracán arrancó de raíz 

varios árboles de la alameda de Lima y hubo terremotos en Ica y Piura (Palma, 

1993, p. 118). El 2 de abril de 1814, las aguas oscuras del tintero de Unanue 

descansaron. Se envió el manuscrito a Madrid, donde se imprimió con las li-

cencias necesarias la nueva edición al año siguiente, mientras que, en Lima, 

por esos tiempos de clima independentista, el virrey José Fernando de Abascal 

recibía en su escritorio —no con sorpresa—tres pequeñas bolsas con sal, habas 

y cal. 

En la edición de 1815 de la obra de Unanue se citaba, en la Advertencia, el 

juicio crítico del Memorial Literario de Madrid

5

 a la primera edición donde, tras 

indicar:

[…] lo versado que esta [Unanue] en las ciencias naturales, y también que 
no le  

son extrañas las humanidades; pero lo que se advierte con 

más particularidad es el caudal de buenos conocimientos anatómicos y 
médicos de que está adornado, y la mucha erudición con particularidad 
de los autores ingleses. Es preciso confesar no obstante que el castellano 
es incorrecto, y que suele a veces el autor exaltar su imaginación de tal 
modo que en las narraciones emplea el estilo propio de las descripciones 
poéticas […]. (Unanue, 1815, p. 6).

Ante el juicio del lector español —que lee en la prosa del médico un exceso 

de imaginación por donde se cuela la escritura poética—, Unanue redobló la 

apuesta. Esgrimió metáforas para explicar que la imaginación acude como el 

calor de primavera que viste de hojas y flores los árboles desnudos del invierno. 

Sabía que no había hecho más que «[…] interpon[er] en la narración filosófica 

las imágenes y descripciones poéticas, teniendo por maestro a Platón, quien, 

como observa Longino, lo executa con freqüencia en sus tratados filosóficos» 

(Unanue, 1815, p. 7).

La clásica tradición escolástica consideraba a la poesía como «“infima inter 

omnes doctrinas” (Summa theologica, I, i,9)» (Rico, 1997, p. 32). El mismo enfoque 

también se encontraba en San Alberto, al afirmar «poeticus modus infirmior est 

inter modos philosophiae», ya que la escolástica no se interesó por la dignificación 

de la poesía (Curtius, 2017, p. 318). Unanue, ilustrado y neoclásico, citó en su 

ensayo los versos de Horacio y Virgilio. Hasta un fragmento de la obra épica 

de Torcuato Tasso Jerusalén liberada es glosado por Unanue en sus Observacio-

5   Se supone que Unanue se refiere al periódico Memorial literario instructivo y curioso de la Corte 

de Madrid que con periodicidad mensual primero y, luego bimensual, se publicó en varias 

etapas: «desde 1784 a 1791, de 1793 a 1797, y de 1801 a 1808». Cada número tenía alrededor de 

125 páginas en octavo y costaba de 3 a 4 reales. Su fundador fue Joaquín Ezquerra y contaba 

con el auxilio de Pedro P. Trullech (Sáinz, 1983, p. 186). 


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nes. El gesto neoclásico del médico buscaba insertar su obra en una antigua 

tradición para validar su propia escritura, al igual que el historiador y poeta 

del siglo XIV Albertino Mussato. Este sostenía que el saber necesita y utiliza 

la poesía, ya que no se puede prescindir de Virgilio, Ennio y Homero porque:

Con ellos corroboran los filósofos
sus dichos, y con ellos los juristas,
los gramáticos, rétores, dialécticos,
los que inquieren del mundo los secretos:
sin nuestra Musa no hay saber ni técnica;
y aun a la propia Iglesia, no lo olvides,
oirás cantar también con nuestra métrica. (Rico, 1997, p. 32).

Unanue encontró la forma de articular la poesía como recurso estilístico y 

cita de autoridad para el saber científico e ilustrado. Su escritura encaraba los 

límites del ensayo medicinal y sorprendía a los lectores españoles al cruzar el 

umbral de la portadilla. En la América hispánica, y principalmente en el Perú, 

el carácter atrabiliario aquejó no solo a los pueblos originarios sino también 

a los españoles criollos. Las lecturas inglesas de Unanue se revelan cuando 

sostiene que el hombre adquiere todos sus conocimientos por medio de las 

imágenes exteriores que transmiten los sentidos, por lo que ante un

cielo despejado y brillante […] harán que desde la niñez se imprima el cuño 
de las gracias festivas, y su expresión la risa. Un cielo nebuloso ofreciendo 
las ideas con un ayre opaco, introducirá las semillas de los sentimientos 
melancólicos; mucho más si la imaginación es sensible, y delicados los 
nervios: porque entonces las impresiones se hacen completas y retienen 
con tenacidad (Unanue, 1815, p. 134).

Este último temperamento, indicó más adelante, era el que regía a los abo-

rígenes del Perú. La melancolía afectó, según Unanue, a varias naciones que 

llegaron a Lima porque «los cuerpos han cedido o contrariado a las impre-

siones debilitativas del clima» (185, p. 137)

6

. El estilo poético de Unanue sería 

entonces propio de los habitantes de Lima, síntoma de la influencia del clima, 

de las estaciones y del cielo. 

Desde el título, la obra se insertó en la tradición de la medicina ligada al 

determinismo climático, que sostenía que los climas cálidos fomentaban la 

6   En 1683, Francisco Montaldo fue el canónigo encargado de la defensa en el proceso de bea-

tificación de fray Toribio de Mogrovejo. En el panegírico comienza con una descripción de 

la ciudad de Lima en la cual la relaciona con Saturno: «[…L]a ciudad de Lima […] Tiene por 

estrellas verticales tres famosos astros, que con sus generosas influencias, y con la templanza 

que resulta de su propia oposición, fecundan.[…] Melancólicos influjos causarán sin duda 

estas estrellas verticales a no suprimirse la térrea calidad de Saturno con la benéfica de Mer-

curio, que reprime sus daños, y causa templadísimos efectos» (Sala Catalá,1994, p. 283). 


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pereza y la melancolía, pero, a diferencia de los eruditos europeos, creía que 

había factores morales que podían hacer contrapeso. El macrocosmos dejaría 

su huella en la escritura, florearía los textos científicos y también influiría en la 

música. A quienes deseaban disipar la melancolía se les recomendaba buscar 

la conversación de un amigo o escuchar música porque esta podía «refrenar los 

delirios» (Unanue, 1815, p. 240). El cielo y las estrellas tenían, aún en el siglo 

XIX, una relación con el mundo natural, al determinar la salud. La Iglesia, se-

gún el Compendio Moral Salmaticense de Marcos de Santa Teresa, impreso 1805, 

apoyaba la astrología natural porque 

[...] es cuando por la diversa disposición de los astros, por su situación, 
movimiento, resplandor, nacimiento, y ocaso se anuncia agua, frío, calor, 
o eclipse, u otros efectos naturales; y ésta es lícita, según opinión común; 
porque los dichos efectos pueden naturalmente conocerse por sus causas. 

En cambio, la astrología judiciaria o genetlíaca «es, cuando del curso de los 

astros, de su conjunción, y aspecto se anuncian los efectos futuros fortuitos, o 

los presentes y pasados del todo ocultos, y las acciones libres de los hombres»

7

.

7   En 1726, Benito Feijoo, en su Teatro crítico universal, ataca a la astrología judiciaria y a los 

almanaques (Tomo I, Discurso VIII). Los argumentos que desgrana en 44 puntos contra los 

genetlíacos bien pudieron ser inspirados, además de los clásicos dominicos Santo Tomas y 

San Agustín, por los textos que J. Swift publicó en febrero de 1708 bajo el seudónimo de Isaac 

Bickerstaff. Addison y Steele, amigos de Swift, encarnaron a Bickerstaff en la cruzada contra 

la astrología encabezada por John Hewson que firmaba con el ya famoso seudónimo John 

Partridge su almanaque judiciario Merlin. En 1710, los viejos colegas de The Spectator escribie-

ron en The Tatler n° 216 que «Es verdad que John Partridge no sólo murió en aquel tiempo [28 

de marzo de 1708] sino que continúa muerto al día de hoy [24 al 26 de agosto de 1710]». Los 

textos de The Tatler fueron prontamente recopilados en libros con el título The Lucubrations 

of Isaac Bickerstaff. Esta hipótesis apresurada y jocosa no podrá llegar a comprobarse, ya que 

luego de su muerte la biblioteca del padre Feijoo fue trasladada al monasterio de Samos y 

desapareció posteriormente en un incendio. Feijoo también cargará su pluma siempre afi-

lada contra el astrólogo francés Juan Morin, quien fuera apreciado por el rey cristianísimo 

Luis XIII, en el tomo I, carta XXXVIII de sus Cartas eruditas y curiosas. Como curiosidad, en 

Buenos Aires, los dos tomos en in cuarto de The Lucubrations se encontraban en el inventario 

de la biblioteca de Juan Hipólito Vieytes. Para el año 1790, en la Imprenta de Don Antonio 

de Sacha, en Madrid, se imprimió el Índice último de los libros prohibidos y mandados a expurgar: 

para todos los reinos y señoríos… Allí aparecen los libros puestos en el Índice Expurgatorio desde 

el año 1747 hasta fines de diciembre de 1790 bajo el celoso cuidado del Inquisidor General 

D. Agustín Rubín de Ceballos. En la regla IX de las Reglas, mandatos y advertencias generales

página xx, puede leerse que de forma taxativa «[…] se prohíben los Libros, Tratados, Índices, 

Cédular, Memoriales, Recetas, Nóminas, Escritos y Papeles de Geomancia, o Hidromancia, 

Aeromancia,  Piromancia, Onomancia, Chiromancia, Nigromancia, o en que se contienen  

sortilegios, hechizos, o cualesquier agüeros, encantaciones, De Arte Mágica, divinaciones, 

brujerías, cercos, caracteres, sellos, sortijas y figuras, o invocaciones de demonios, en qual-

quier manera que sea. Ítem, todos los de Astrología Judiciaria, que llaman de nacimientos, 

y levantar figuras, interrogaciones y elecciones, en que se afirman, o dan Reglas, o se enseña 

Arte o Ciencia para conocer por las Estrellas y sus aspectos futuros contingentes sucesos, o 

casos fortuitos o acciones que dependen de la voluntad libre humana, aunque en los tales 


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En la introducción de las Observaciones…, Unanue transcribió, luego de es-

cribir sobre las bondades del sol en la costa limeña, «que hace disfrutar en 

casi todo el año un temple de Primavera» el canto VIII del poema épico Lima 

fundada, de Pedro Peralta y Barnuevo:

En su horizonte el Sol todo es aurora
Eterna el tiempo todo es Primavera;
Solo es risa del Cielo cada hora,
Cada mes solo es cuenta de la Esfera
Son cada aliento un hálito de Flora,
Cada arroyo una Musa lisonjera;
Y los vergeles, que el confin le debe,
Nubes fragantes con que al Cielo llueve.             

Para Unanue «el primer poeta de América ha cargado de coloridos el quadro 

de esta descripción, quando todos los viageros de Europa convienen, en ser el 

del Paraíso el temperamento de Lima» (1815, p. 20). Las palabras del polígrafo 

mercurista se anudan en un pasado, ya que apuntan a una de las claves de in-

terpretación: el cielo estrellado ptolemaico, del poema Lima fundada.

3. Pedro Peralta y Barnuevo
En 1732, desde la imprenta de Sobrino y Bados se da a conocer en la capital 

del virreinato del Perú el libro Lima fundada o conquista del Perú. Poema heroico 

en que se decanta toda la historia del descubrimiento y sujeción de sus provincias, por 

D. Francisco de Pizarro… escrito por el doctor Pedro de Peralta Barnuevo, Roca 

y Benavides. Al texto lo antecede una «Aprobación» del doctor Pedro José 

Bermúdez de la Torre y Solier, que también había sido rector de la Universidad 

de San Marcos. La «Aprobación», sostiene José Antonio Mazzotti, «es en sí 

misma el primer ejercicio crítico y analítico que se ofrece del largo poema desde 

el mismo momento de su publicación» (2006, p. 471). Mazzotti se adentra en el 

texto de Bermúdez para rastrear 

Libros y las demás cosas se diga y proteste que no se afirma de cierto, o en que se enseña a 

responder lo hecho o acontecido en las cosas pasadas, libres y ocultas de hurtos y otras seme-

jantes, aunque se diga también que no se afirma de cierto. Y se prohíbe y manda que ninguna 

y manda que ninguna persona haga juicio acerca de las dichas cosas. Pero se permiten los 

juicios y naturales observaciones que están escritos, y se hacen para ayudar a la Navegación, 

Agricultura o Medicina […]». Dentro de la reglamentación se permite la circulación de textos 

ligados a la astrología natural porque «[…] proviene de causas naturales como los eclipses, 

lluvias, tiempos serenos o secos, pestes, los quales no pertenecen a divinación prohibida». 

La permeabilidad de la regla inquisitorial también aceptaba «los juicios de nacimientos, que 

sin afirmación enseñan a sospechar o conjeturar las inclinaciones, calidades, complexiones 

corporales de cada uno, sin pasar en manera alguna a los dichos futuros contingentes […] 

que penden de la voluntad libre». La astrología natural se encuentra ligada a los astros y a su 

influencia en el aquí y ahora o en la cadencia de su repetición como las estaciones del año o 

las mareas. 


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un ideal social de armonía y orden que […] muestra bastante bien las 
tensiones y pasiones subyacentes en el discurso criollista […] [a]simismo, 
la concepción poética y universalista de la «Aprobación» […] puede dar 
cuenta de un microcosmos cifrado en el poema de Peralta que sirve como 
programa de re-facción sociopolítica (p. 471). 

 

Allí encuentra que la presentación de Peralta como un Virgilio espa-

ñol, la alusión al erotismo del viajero y su recepción favorable en la tierra con-

quistada no son gratuitas, ni tampoco la reivindicación de los criollos como 

estrellas novomundiales. La estrategia de Bermúdez y Peralta es, siempre desde 

el prisma de Mazzotti, la conquista de un espacio discursivo propio para 

localizar la relación entre los descendientes de los conquistadores […] y 
las masas indígenas que eran constantemente presentadas en situación 
de inferioridad material y cultural. A la vez, los criollos desarrollaban la 
analogía para reclamar una posición de abandono injusto por parte de los 
«chapetones», de los que sin embargo no podía desligarse políticamente. 
(2006, p. 479).

Fue necesaria, según el análisis que aquí se sigue, la asociación de la estruc-

tura narrativa —así como en su topoi, el cielo estrellado— con la tradición clá-

sica en la que se demuestra un amplio bagaje de conocimientos sobre astrono-

mía ptolemaica cuando había sido superada por Copérnico, Kepler y Galileo

8

.

La estructura de los cielos en Lima fundada
El poema está dividido en diez cantos que, siguiendo la clave interpretativa de 

Bermúdez desarrollada por Mazzotti, se corresponden con las nueve musas y 

Phebo (Apolo). Ellos, a su vez, se relacionaban con los «diez radiantes Olympi-

cos espacios». La concordancia se sostiene de forma erudita al citar las «Tablas 

del rey Don Alfonso, seguidas de todos los Astrónomos modernos, que refiere 

el Padre Ricciolli en su Almagesto […] Según Macrobio y Glareano, que siguen 

a Hesyodo en su Theogonia». El esquema es el siguiente (Mazzotti, 2006, p. 

481):

8   Francisco Ruiz Lozano comenzó a publicar en Lima, en 1656, un Repertorio de los Tiempos, en 

el cual —según José Sala Catalá (1994, p. 256)— se ofrecía al público las principales efemérides 

astronómicas y astrológicas del siguiente año en el que, por orden del virrey conde Alva de 

Liste, se funda para él una cátedra de Astrología y Matemáticas en la Universidad Mayor de 

San Marcos. Unos años después, en 1665, publicó su Tratado de Cometas, observación y juicio 

del que se vió en esta ciudad de los Reyes, y generalmente en todo el Mundo, por los fines del año 1664 y 

principios de 1665. Ya en 1650, Sala Catalá encuentra que se conocía la obra de Galileo, ya que 

el superintendente y gobernador de la mina de Huancavelica publicó una nota necrológica 

en la que se deja de lado el proceso inquisitorial y se «informa con mucho detalle de la origi-

nalidad de su obra». 


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Canto 1°   Musa, Clío 

 

la Luna  

Canto 2° 

Musa, Euterpe   

Mercurio

Canto 3° 

Musa, Talía 

 

Venus

Canto 4° 

Musa, Melpómene 

el Sol

Canto 5° 

Musa, Terpsícore 

Marte

Canto 6° 

Musa, Erato 

 

Júpiter

Canto 7° 

Musa, Polimnia  

Saturno

Canto 8° 

Musa, Urania   

Cielo Sidéreo, o Estrellado

Canto 9° 

Musa, Calíope   

Aqueo, o Cristalino

Canto 10°  Canto, Phebo   

el Primer Móvil

Así como en el primer canto el tema es el viaje de Pizarro por mar bajo la mi-

rada de la Luna que gobierna las mareas, el siguiente canto narra la embajada 

de Tito Atauchi dominado por Mercurio, patrono de los embajadores sabios, 

discretos y elocuentes, lo cual se encuentra en consonancia con el nombre de 

Euterpe, que significa «suavidad» y por esta razón inspira dulzura. En el canto 

tercero, «el tierno amante afecto que sacrificó, el mismo invicto Héroe a la 

hermosa Princesa, Hermana de Atahualpa» se encuentra regido por Venus, el 

orbe celeste y por la musa Talía.

Así pues, el motivo de los cantos se encuentra enlazado con el cielo y con 

aquello que representan los dioses griegos y le da nombre a los cuerpos celestes 

en la tradición astrológica, la cual recupera Juan Bautista Riccioli en su Alma-

gesto

Tal como sostiene Aby Warburg (2005, p. 417), «La astrología no es en el fon-

do sino un fetichismo onomástico proyectado al futuro»

9

. A fines de la Edad 

Media, las observaciones reales de las estrellas errantes y las fijas cedieron su 

puesto a un culto primitivo a los nombres de estos astros. La Edad Media here-

dó la astrología de la Antigüedad y la legó al Renacimiento para sobrevivir en 

el tiempo. «Los teólogos ortodoxos podían aceptar la teoría de que los planetas 

afectaran a los acontecimientos y a la psicología y, mucho más, a las plantas y 

los minerales. La iglesia no combatía esa idea» (Lewis, 1997, p. 85), pero sí, en 

cambio, cuestionaba la astrología judiciaria porque eliminaba el libre albedrío. 

El argumento principal era que el hombre justo podía vencer a las estrellas. La 

9   Giorgio Agamben (2007, pp. 166-167), en su texto «Aby Warburg y la ciencia sin nombre», 

escribió que «[s]i Warburg pudo además presentar el problema del Nachleben des Heidentums 

[renacimiento del paganismo] como su propio problema supremo en tanto estudioso, fue por-

que comprendió, con una sorprendente intuición antropológica, que el de “la transmisión y 

la supervivencia” es el problema central de una sociedad “caliente” como la occidental, tan 

obsesionada por la historia como para querer hacer de ella el motor de su propio desarrollo. 

[…] En esta perspectiva, donde la cultura es vista siempre como un proceso de Nachleben

es decir de transmisión, recepción y polarización, también se vuelve comprensible por qué 

Warburg debió fatalmente concentrar tanta atención sobre el problema de los símbolos como 

sobre su vida en la memoria social». 


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iglesia también luchó contra la adoración de los planetas. El poeta cristiano 

no creía en el dios porque creía en el planeta, sino en el cuerpo celeste, en su 

influencia sobre la tierra y en dios como una unidad en su mente.

A pesar del amplio conocimiento de la ciencia astronómica con el que con-

taban los limeños en el siglo XVIII, tanto en la «Aprobación» como en el poe-

ma se retoman los ecos del Timeo de Platón, que serían fosilizados en la defi-

nición de astrología que en 1611 dio Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de 

la lengua castellana como la «[c]iencia que trata del movimiento de los astros y 

los efectos que dellos proceden, cerca de las cosas inferiores y sus impresiones, 

que por otro nombre dicen astronomía». 

En Lima fundada, el orden celeste se repite. Ya no solo como se estableció en 

la «Aprobación», dando a los cantos la influencia en su contenido narrativo 

del «fetichismo onomástico» de los dioses paganos encarnados en los cuerpos 

celestes, sino en su interior. Siendo la tierra el elemento más pesado, se precipi-

ta en la mise en page como notas al pie. Desde allí, con su tipografía abigarrada 

y diminuta, es donde Peralta Barnuevo aparece para observar el movimiento 

de las esferas encarnadas en los cantos que narran la historia de la ciudad 

que nunca abandonó. Desde las notas, la astrología es natural, es propia de la 

observación en la que los nombres de los dioses paganos solo aparecen como 

glosa de un saber enciclopédico para dar sentido a la historia de Lima. Tam-

bién en la Tierra —es decir, en las notas al pie— se indican datos astronómi-

cos-matemáticos, como en la nota n° 1 del canto VIII al verso De Acuario en 

los confines ilumina: «[p]asa por el zenit de Lima el grado 27, min. 48, seg. 8». En 

la nota siguiente puede leerse la explicación de las Espiras, Spiras o Hélices 

que «son líneas curvas semejantes a los tornillos, y estas son las que forma el 

Sol con su movimiento diurno, por la declinación que va teniendo cada día, 

aunque por lo insensible de la diferencia se llaman Círculos Paralelos, porque 

son a la Equinoccial». Pero es en la nota 3 donde aparece la primera persona, 

el observador del cielo que goza de reconocimiento internacional:

Tiene Lima de latitud o altura de Polo austral 12 gr. 15 min. según mis 
nuevas observaciones, concuerdan con las del célebre Pedro Fernández 
de Quiroz. Su longitud es de 301 gr. 25 min. Puesto el primer meridiano en 
la isla del Ferro, asi mismo según mis observaciones, habiendo hallado la 
diferencia de meridianos entre esta ciudad y la de París de 5hor. 16 min. 
20 seg. Con el cotejo de las hechas en Bolonia por Manfredi, y de las de la 
Real Academia de París, que por su carta me le participó. La cual halló M. 
Frezier tan verdadera, como lo expresa en la relación de su viage, donde 
me cita con testimonio individual.


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Mientras la maquinaria de los cielos se encuentra en movimiento, su escri-

tura no es azarosamente cantos repletos de versos de oralidad ficticia, tal vez 

con la vana intención de acompañar la música de las esferas. Entretanto, en 

las notas al pie, en el centro del universo, la escritura tiene la linealidad de la 

prosa y de la razón.

4. Lima, el Paraíso en la Tierra
En la «Aprobación», cuando Bermúdez da cuenta del octavo canto, del cielo 

estrellado, no queda duda de la íntima relación con la ciudad de Lima:

En el Octavo Canto se describe adornada de todas las galas poéticas y 
geographicas esta gran Corte del Reyno del Perú en su Corografía, Topo-
grafía, Delineación, y Planta, ajustada a la luciente Fábrica del Firmamen-
to, o Cielo Octavo, cuya Esfera resplandece poblada de todas las estrellas 
fixas […] componiendo una celeste luminosa Ciudad, habitada de innu-
merables Soles […] [La musa Urania] contempla sus movimientos [de las 
Estrellas] y observa los influxos de sus astros.

 En la astrología ptolemaica el octavo cielo se encuentra regido por las estre-

llas fijas, las que «aparecen siempre en la misma posición unas respecto a otras 

y que son visibles a la salida o a la puesta del sol, dependiendo de su posición 

respecto de ellas» (Warburg, 2005, p. 26). En la Divina Comedia, de Dante Ali-

ghieri, el Paraíso está dividido en función de la máquina de los cielos ptolemai-

ca. El poeta y Beatriz ascienden por los siete planetas hasta llegar al cielo de 

las estrellas fijas u octava esfera, el cielo de los espíritus triunfantes. Allí Dante 

queda ciego momentáneamente al contemplar a san Juan Apóstol y, luego de 

ser interrogado, recupera la vista para toparse con Adán. Ante tal encuentro, 

Dante no puede con la curiosidad que brota por sus ojos y Adán lo interpela: 

«Quieres saber en qué año Dios me puso/en el jardín excelso en que tu guía/a 

tan larga escalera te dispuso, / y cuánto deleitó a la vista mía/ y qué causa eno-

jó tanto a mi dueño/ y el idioma que hablaba, y lo que hacía» (Alighieri, 2004, 

Canto XXVI, pp. 109-114). Estas inquietudes encontraron respuesta, pero tam-

bién siguieron latentes y serán respondidas en el cielo estrellado de Lima. 


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Desvío
Ernst Robert Curtius (2017, pp. 280-286) tipifica los tópicos usuales en la litera-

tura europea medieval en los que encontró un tema retórico-poético que, como 

un bajo continuo, se escuchó desde el Imperio romano hasta el siglo XVI. El 

locus amoenus, o paraje ameno, es el escenario bucólico en el que ha de hallarse 

un paisaje hermoso, un árbol, un prado, una fuente o arroyo, las aves y su can-

to, las flores y una suave brisa. El paraje ameno en medio de un bosque salvaje 

indica al menos un movimiento, un viaje de los protagonistas que se adentran 

en el descubrimiento del lugar de los lugares. La épica filosófica de fines del 

siglo XII adopta el locus amoenus en las descripciones del Paraíso terrenal. Cur-

tius (2017, p. 283) encuentra que «Juan de Hanville nos lleva a la fabulosa isla 

de Thyle, donde se reúnen los filósofos de la antigüedad en un paraje de eterna 

primavera (SP, I, p. 326)». El clima del Paraíso es el de la primavera.

El médico Unanue citó al unísono a todos los viajeros de Europa que sostie-

nen que el clima de la ciudad de Lima es el del Paraíso, razón por la que cita, 

en su escrito de 1806, el canto VIII, en su cantiga III del poema Lima fundada

5. Retorno adánico
Sin intentar realizar un estudio de las influencias de la poética de Dante Ali-

ghieri en la obra de Peralta Barnuevo, se puede aventurar que la maquinaria 

celeste ordenaba los cantos en ambos poemas. Además, las preguntas que Dan-

te le realizó tácitamente a Adán se respondieron también en Lima —o a estas 

alturas, en el Paraíso limeño—. La primera inquietud que Adán responde en la 

Divina Comedia es sobre el año en que Dios lo puso en el Paraíso. Es, de alguna 

manera, preguntar por el acta de fundación de aquel locus amoenus. En el poe-

ma Lima fundada puede leerse:

IX
Después de siglos quince el Sol media
Lustros siete al feliz natal divino,
Cuando porque habitar no convenía
Las fundaciones del primer destino
Al Tello, al Díaz el héroe envía
Al Don Benito, a que en fiel más fino
Pese el sitio; porque en su alabanza
Antes que el pueblo, funde su esperanza

Una vez más, las notas que incorpora Peralta llegan al auxilio del lector des-

prevenido para indicar el año de la fundación de Lima, es decir, 1535. El 8 de 

enero de ese año, Pizarro envía a 


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Ruy Díaz, Juan Tello y Alonso Martín de Don Benito para que reconocie-
ran el temperamento, fecundidad, río, leña y puerto, a fin de hacer en él 
la fundación de su ciudad, trasladando a ella la que había comenzado en 
Jauja, y después en Sangallan; por no poderse mantener en estas partes sus 
vecinos, y por la distancia del Mar. 

El tópico del paraje ameno al que se llega luego de cruzar la selva se encuen-

tra cifrado en la nota de Peralta, así como en estos versos:

X
Van los de esta del Cielo prometida
Feliz fecunda tierra exploradores;
De la campaña inculcan estendida
Aires, aguas, boscages, frutos y flores:
En la orilla, que dejan ya inquirida
De ondas y vientos notan los favores
Y si su ardor pudiese, allá subiera
A indagar las estrellas en la esfera.

Se puede seguir respondiendo la inquisitoria adánica sobre la lengua y ras-

trear en las notas al pie de la obra de Peralta el problema de nombrar, de dar 

sentido al mundo exultante que rodea a Pizarro, de utilizar el lenguaje para 

llamar a las cosas que lo circundan, pero ello nos obligaría a tomar nuevos 

desvíos. El cielo y la poesía limeños estaban en la letra impresa que se leyó en 

Buenos Aires.

6. Conclusión provisoria
La puerta de entrada fue la medicina tropológica en la que el clima y el sujeto 

guardan una íntima relación; también es motivo de estudio la influencia de los 

astros en la salud. La América hispánica tuvo en Lima exponentes como José 

Manuel Dávalos, un rico mulato que egresó de la Universidad de Montpellier 

en 1787 con su disertación titulada De morbis nonnullis Limae grassantibus ip-

sorumque therapeia, en la cual, además de limpiar las infamias con las que De 

Pauw había ensuciado el honor de Lima, sostenía que el clima de esta ciudad es 

[…] salubérrimo, y que no se pueden imputar a él las enfermedades de 
los limeños. Éstas, según dice, se deben a sus alimentos grasos, viscosos 
y pesados, al comer mucho y mal, a la costumbre de llenarse de carne de 
puerco, de papas (que, a lo que sospecha Dávalos, contienen cierto ele-
mento nocivo), de yuca (que, cruda es un veneno) y de aromas y especies 
picantes. (Gerbi, 1960, p. 265). 


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A pesar de la disputa que años después tendría con Hipólito Unanue, am-

bos estaban de acuerdo en defender la benignidad del clima de Lima tal como 

el polígrafo Pedro Peralta Barnuevo había escrito años antes en su poema. El 

clima limeño es destino de varios recorridos que pueden comenzar con la lite-

ratura de viaje y sus cronistas, los textos médicos, los panegíricos religiosos y 

la poesía épica del barroco tardío que aquí se analizó. Se podría sostener que el 

uso de metáforas, en las que la ciudad de Lima encuentra su paralelo con el Pa-

raíso, es un lugar frecuente y que en manos de los criollos ilustrados sirvió, tal 

vez provisoriamente, como una reacción identitaria ante la Historia Natural 

europea enmarcada en el clásico experimento de Montesquieu con la lengua 

de carnero que tomaba de la Historia Natural del conde de Buffon. Unanue 

matizó el determinismo climático que cuestionaba a los americanos. Podría 

aventurarse que se volvió a narrar la conquista del Perú en las notas al pie que 

Peralta escribió al interpelar las fuentes escriturarias a las que tuvo acceso. Tal 

vez respondían las mismas preguntas que Dante le hizo a Adán. 

Podría, sobre la arena, a la espera de las olas, escribirse que el Paraíso como 

paraje ameno que se encontró en el poema Lima fundada y en Observaciones so-

bre el clima es una marca fuerte que sobrevivió a la revolución copernicana. La 

utilización de la astrología y el ordenamiento pagano del cielo estrellado no fue 

un susurro que se transmitiera entre generaciones, sino que mutó de tal mane-

ra que fuera también aceptado por la Iglesia y sus flamígeros inquisidores. Qué 

portentos guardaba tal concepción del mundo que sirvió para que los criollos 

limeños narrasen su historia y cuidaran de su salud. Dos libros bajo el mismo 

cielo tuvieron a la ciudad de Lima como protagonista y ambos fueron leídos 

más allá de sus fronteras cuando fueron donados para fundar la Biblioteca 

Pública de Buenos Aires.


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