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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

Henry Barrera Camarena

Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

Manuel de Odriozola and the National Library (1875-1883)

Henry Barrera Camarena

Biblioteca Nacional del Perú

Lima, Perú

Contacto: henrybarrera20@gmail.com 

https://orcid.org/0000-0002-6242-7179

Resumen

El artículo analiza las vicisitudes que enfrentó el coronel Manuel de Odriozola des-

de que asumió el cargo de bibliotecario de la Biblioteca Nacional. Su conocimiento 

bibliográfico e interés por la conservación lo llevaron a implementar reformas como 

la catalogación, el canje de libros, la adquisición de estantes, el reglamento y la con-

tratación de más personal. Para lograr este cometido fue importante el apoyo de la 

prensa limeña, que le dio tribuna a las necesidades urgentes de la institución. Asimis-

mo, se examinará el contexto económico que vivía el país cuando Odriozola empezó 

a ejercer sus funciones. De esta manera podrá entenderse por qué fue complicada la 

realización de tales reformas, pese al interés del gobierno por respaldarlo. No obstan-

te, el expolio y la ocupación de la Biblioteca Nacional por parte del ejército chileno 

(1881-1883) paralizaron los cambios que se estuvieron implantando.

Palabras clave: Manuel de Odriozola, Biblioteca Nacional, expolio, catálogo, Gue-

rra del Pacífico.

Abstract

The article analyzes the vicissitudes that Colonel Manuel de Odriozola faced 

since he assumed the position of librarian of the National Library. His biblio-

graphical knowledge and interest in conservation led him to implement refor-

ms such as cataloging, exchange of books, acquisition of shelves, regulations, 

and the hiring of more personnel. To achieve this goal, the support of the Lima 

press was important, because it gave him a platform to the urgent needs of the 

institution. Likewise, the economic context that the country was experiencing 

when Odriozola began to exercise his functions will be analyzed. In this way 

it will be possible to understand why it was difficult to carry out such reforms, 

despite the government’s interest in supporting it. However, the looting and 

occupation of the National Library by the Chilean army (1881-1883) paralyzed 

the changes that were being implemented.

Keywords:

 Manuel de Odriozola, National Library, looting, catalogue, Pacific War.

Recibido: 2022-05-06/ Revisado: 2022-10-14 / Aceptado: 2022-10-25 / Publicado: 2022-12-06

ISSN-e: 2709-5649 pp. 20-43


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Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

Introducción
Hasta el momento, el texto de Alberto Tauro publicado en 1964 acerca de la 

gestión de Manuel de Odriozola como bibliotecario de la Biblioteca Nacional 

(1875-1883) sigue siendo la principal investigación para conocer esta etapa de 

la historia de esta institución. Si bien es un estudio relevante, hay aspectos 

que Tauro no llegó a tocar o a desarrollar con mayor profundidad. Este artí-

culo tiene como objetivo analizar ese periodo, desde que Odriozola asumió el 

puesto hasta que fue reemplazado por Ricardo Palma. A su vez, se tomará en 

cuenta el contexto económico, la situación fiscal del país y de qué manera esto 

influyó en el limitado respaldo del gobierno de turno, lo cual no significó su 

desinterés al respecto, pues contribuyó en casi todas las reformas propuestas 

por el bibliotecario.

Por otro lado, la existencia de documentación oficial sobre esos años es limi-

tada y básicamente rescata la parte administrativa y burocrática. En ese senti-

do, se revisaron las fuentes periódicas, siendo la más importante El Comercio

que se examinó íntegramente desde 1875 hasta 1879. Recordemos que durante 

la ocupación de Lima (1881-1883), no circuló ningún diario capitalino. Se optó 

por tomar como fuente principal a El Comercio porque se trataba del medio 

escrito más leído de aquellos años. No obstante, también se han consultado 

otros diarios, como El PeruanoEl NacionalLa Opinión NacionalLa Patria y 

La Sociedad. La narrativa que se gestó en cada uno de ellos en torno a la Bi-

blioteca Nacional permite identificar detalles difíciles de hallar en documentos 

oficiales. El progreso de la Biblioteca Nacional era un asunto público, de ahí el 

papel ciertamente fiscalizador que cumplieron los diarios, pues constataban si 

el Estado peruano cumplía sus promesas de apoyo a Odriozola o no.

Metodología
La investigación tiene como base el empleo de una fuente primaria y de otra 

secundaria. Respecto a la primera, esta incluye, en su mayor parte, artículos 

periodísticos de los principales diarios limeños, debido al rol supervisor de la 

prensa. A través de este tipo de información se ha podido reconstruir y seguir 

el devenir de la gestión de Odriozola, incluso antes de que asumiera el cargo. 

Asimismo, se ha utilizado documentación del archivo del Ministerio de Rela-

ciones Exteriores y del Archivo General de la Nación. Por su parte, la fuente 

secundaria comprende la bibliografía revisada en distintas bibliotecas de Lima.

La Biblioteca Nacional antes de Odriozola
El 9 de junio de 1875 falleció Francisco de Paula González Vigil, hasta enton-

ces, bibliotecario de la Biblioteca Nacional, cargo que ocupó durante treinta 

años. Su partida dejó un hondo vacío no solo en la institución que dirigía, sino 


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Henry Barrera Camarena

también en el campo de la política y la intelectualidad. Pese a la pena genera-

lizada por su muerte, pronto debía elegirse a su reemplazante, quien tendría la 

gran responsabilidad de estar a la altura del cargo y de su antecesor. Para aquel 

año se consideraba a la Biblioteca Nacional como una de las primeras de Amé-

rica, tanto por el número de volúmenes que custodiaba como por la rareza de 

libros que eran muy difíciles de hallar en cualquier otra biblioteca.

La organización de la Biblioteca Nacional se caracterizó por su aspecto rudi-

mentario; solo se contaba con un bibliotecario, un conservador, un amanuen-

se y un limpiador de libros. A todas luces se necesitaba de más personal para 

poder cumplir los objetivos que se trazasen. En las bibliotecas europeas y de 

países como Estados Unidos, normalmente se hallaban numerosos literatos y 

hombres de ciencia como empleados. Cada biblioteca se dividía en facultades 

y estas estaban subdivididas en ramos especiales que corrían a cargo de una 

persona, que a menudo era un profesor de universidad. Esta persona se encar-

gaba de los amanuenses o secretarios, de la formación de los catálogos y de los 

libros por comprar. Solo para citar un caso, en Inglaterra, la Academia Real de 

Ciencias, con el objetivo de facilitar el estudio, resolvió formar un catálogo de 

todas las memorias sobre ciencias naturales publicadas en los diferentes perió-

dicos científicos desde el establecimiento de las grandes academias científicas 

de París y Londres. En el Perú se estaba muy lejos de eso

1

.

Con el paso del tiempo, la Biblioteca Nacional se convirtió en un depósito 

de libros polvorientos. Por aquel entonces, los usuarios preferían más a los 

periódicos o buscaban revistas científicas e industriales, por encima de los tex-

tos. Por ello se requerían salas destinadas a la lectura de diarios nacionales y 

extranjeros. De manera sarcástica se sostenía que «en otros países no solo las 

bibliotecas, sino hasta los hoteles tienen salas y gabinetes de lectura donde se 

encuentran entre revistas de ciencias, arte y literatura […]»

2

.

Otra tarea esencial e impostergable era dotar a la Biblioteca Nacional de una 

imprenta propia para sus publicaciones y de un taller de encuadernación para 

preservar los manuscritos y renovar las cubiertas de las obras deterioradas.

Nuevo bibliotecario
La persona idónea para el cargo debía gozar de la misma aceptación que Vigil 

—esta fue, sin dudas, la razón principal por la que se mantuvo durante treinta 

años como bibliotecario—. Bajo la nueva dirección se tendría que empezar la 

elaboración del catálogo con el que todavía no se contaba. El elegido tendría 

que concentrarse en asegurar que las joyas bibliográficas de la Biblioteca Na-

cional se conservaran para las generaciones futuras.

1  La Opinión Nacional. Martes 15 de junio de 1875.
2  La Opinión Nacional. Viernes 25 de junio de 1875.


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Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

El 9 de junio, Trinidad Manuel Pérez, director y dueño del periódico El Co-

rreo del Perú, elevó un oficio al presidente Manuel Pardo y Lavalle en el que 

se ofrecía para el puesto de bibliotecario, sin recibir remuneración de ningún 

tipo

3

. En su misiva sostuvo:

Habiendo quedado vacante la dirección de la Biblioteca Nacional por la 
inesperada muerte del señor Dr. D. Francisco de Paula González Vigil, 
cuya pérdida para los jóvenes estudiosos, que él llamaba hijos, no será 
reparada ni con el valioso tesoro de sabiduría y de virtudes que lega al 
país en sus obras, y teniendo la conciencia de poder contribuir al adelanto 
de ese establecimiento por el estudio que de esas instituciones he hecho 
en Europa y en Estados Unidos; ocurro a V.E. a fin de que al proveer esa 
vacante se digne tener en cuenta de que yo estoy dispuesto a servir […]

4

.

Trinidad Pérez renunciaba al sueldo y pedía que ese monto se invirtiera en la 

adquisición de libros para seguir enriqueciendo los fondos de la Biblioteca Na-

cional. Al igual que él, otros candidatos se presentaron ante el presidente con 

la misma consigna. En Lima había intelectuales capaces de asumir la dirección 

y, de todos ellos, el que reunía los requisitos y gozaba del apoyo de las personas 

entendidas y de la prensa era el coronel Manuel de Odriozola

5

.

Odriozola, quien por entonces era ministro de Justicia, había dedicado casi 

toda su vida a la adquisición y al estudio de libros raros sobre América y el Perú 

en particular. Poseía una valiosa colección de textos en la cual invirtió fuertes 

sumas de dinero, lo que mostraba también el valor que estos tenían para él. 

Asimismo, ostentaba muchos manuscritos acerca del virreinato peruano en 

sus diferentes aspectos. Pero, sobre todo, primaba su faceta de bibliófilo. Fue 

por ello que se dedicó al estudio de los materiales que conservaba, los cuales 

complementó con otros y, además, publicó su famoso Documentos literarios del 

Perú. Hasta esa fecha eran diez los volúmenes que circulaban en las librerías

6

.

Durante los últimos días de junio la Biblioteca Nacional estuvo cerrada por 

orden del gobierno. En la puerta del recinto se pegó un papel que indicaba esta 

disposición a los visitantes recurrentes. Así permanecería hasta que se decidie-

ra nombrar un nuevo bibliotecario

7

. Luego de un estudio de aspirantes, el 2 de 

3  El Comercio. Viernes 11 de junio de 1875. Pérez, dramaturgo trujillano, integró la bohemia 

limeña de mediados del siglo XIX; además, fue un conspicuo admirador de la novedosa tradi-

ción literaria de la capital (Zevallos, 2018, p. 115).

4   El Comercio. Sábado 12 de junio de 1875. 
5  Su designación no ocasionaría gravamen alguno al Estado, ya que seguiría recibiendo el suel-

do de coronel. El Comercio. 14 de junio de 1875.

6  En marzo de 1878, Odriozola le comunicó al director de Instrucción que en la Biblioteca 

Nacional existían cien ejemplares de los últimos siete volúmenes de su obra Colección de docu-

mentos históricos y literarios del Perú.

7  El Comercio. Lunes 28 de junio de 1875.


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julio, el presidente Pardo nombró a Odriozola para que tomara las riendas de 

la Biblioteca Nacional

8

. Si bien esperaba ser elegido para el cargo, el anuncio 

lo asombró, pues estaba en un momento afianzado de su carrera intelectual y 

tenía un nombre ganado en la sociedad. El encargado de anunciarle la noticia 

fue el ministro de Gobierno, Policía y Obras Públicas

9

. Lo curioso es que antes 

de que el mismo Odriozola fuese notificado de su nombramiento, en la prensa 

local ya corría el rumor de que esto solo era cuestión de días

10

. Los medios pe-

riodísticos conocían la noticia de manera extraoficial.

Odriozola llegó a la Biblioteca Nacional en un escenario nacional desfavo-

rable. Pese a la exportación del guano y del salitre, esto no se plasmaba en be-

neficio de la mayoría de los ciudadanos (Salas Olivari, 2016, p. 143). La pésima 

distribución de los recursos y la centralización contribuyeron a la generación 

de un clima social turbulento, sin soslayar el incremento de la deuda externa.

Inicio de reformas y la prensa
Odriozola estaba al tanto de los problemas que aquejaban a la Biblioteca Na-

cional, pues durante años la visitó asiduamente para revisar las fuentes biblio-

gráficas, documentales y hemerográficas que ahí existían. Aun así, necesitaba 

tomarse algunos días para empaparse del estado en el que la había dejado su 

antecesor González Vigil.

Luego de varias semanas de estudio, el 14 de agosto remitió un oficio al mi-

nistro de Instrucción en el cual informaba en qué condiciones estaba recibien-

do la Biblioteca Nacional. Odriozola comenzó por recordar que los viajeros 

extranjeros que llegaban a Lima visitaban preferentemente la Biblioteca Na-

cional y que a partir de lo que observaban en ella podían deducir el grado de 

progreso y cultura del país. Con esa premisa, le era hasta cierto punto vergon-

zoso mostrarles a los visitantes un lugar carente de orden y pulcritud.

Las necesidades más urgentes por resolver eran el tema de los empleados, 

terminar la refacción del local —obra que encontró muy avanzada— y lo rela-

tivo a la bibliografía. Sobre este último punto, hizo hincapié en la inexistencia 

de un catálogo, lo que impedía conocer cuántos volúmenes se custodiaban y su 

respectiva importancia. Un catálogo es fruto de años de trabajo; por ello, para 

su realización, más allá de las buenas intenciones, se necesitaban recursos. El 

oficial conservador y el amanuense de la Biblioteca Nacional constantemente 

atendían a los asistentes a la sala de lectura que, por día, bordeaban las cuaren-

ta personas. Por lo tanto, era preciso contratar, como mínimo, a dos auxiliares 

entendidos en bibliografía y a más amanuenses.

8   Una semblanza de su labor patriótica e intelectual se puede ver en Herrera, 1862, pp. 272-273; 

Polo, 1890, pp. 78-79; Tauro, 1964. 

9  El Peruano. Viernes 9 de julio de 1875.
10 El Nacional. Jueves 1° de julio de 1875; La Opinión Nacional. Jueves 1° de julio de 1875; La 

Sociedad. Viernes 2 de julio de 1875.


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Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

En esa misma línea, Odriozola comunicaba la penosa noticia de que alrede-

dor de diez mil volúmenes de diferentes materias estaban siendo consumidos 

por las polillas. Libros raros, ediciones de los siglos XV y XVI, elzevires o pu-

blicaciones de inicios de la imprenta, que por entonces costaban grandes can-

tidades de dinero en Europa, se hallaban prácticamente destruidos. La misma 

suerte correrían muchos manuscritos, crónicas y libros relacionados con las 

épocas de la conquista y la colonia. La Biblioteca Nacional contaba con un 

solo empleado dedicado a la limpieza de los anaqueles y al aseo de los salones, 

por lo que su tarea era de nunca acabar

11

.

Odriozola proponía como una primera tarea tratar de paralizar los estragos 

ocasionados por las polillas. Para ello tendrían que cambiarse las cubiertas de 

todos los libros forrados en pergamino. La labor se realizaría en una oficina de 

conservación que estaba en proyecto y que también se encargaría de empastar 

en volúmenes la inmensa cantidad de folletos acumulados en el archivo. En-

seguida, sería necesario proveer al establecimiento de estantes apropiados y en 

cantidad suficiente para que los libros no estuvieran hacinados en el piso. El 

valor de la Biblioteca Nacional radicaba, más que en la cantidad de textos, en 

el caudal de obras raras que albergaba. Si su solicitud de reforma era desaten-

dida por el gobierno, juzgaba que «sería mejor clausurarla y vender las obras 

al mejor postor»

12

. Odriozola recordaba que, como empleado de la secretaría 

del general José de San Martín, había participado en la redacción del decreto 

de fundación de la Biblioteca Nacional, por lo que no había nadie más idóneo 

que él para expresar la importancia y la trascendencia de rescatarla del descui-

do. Esperaba pues que su oficio llegara a manos del presidente Pardo, para que, 

una vez informado de la situación, tomara cartas en el asunto

13

.

El 2 de diciembre, Odriozola se dirigió nuevamente al ministro de Instruc-

ción para que sus solicitudes fuesen atendidas. En esta ocasión indicaba que, 

de todos los males de la Biblioteca Nacional, uno tenía que ser atendido con 

prioridad: la conservación de los libros. Empieza señalando que se contaba con 

un aproximado de doce mil folletos, los cuales habría que encuadernar. Para 

lograr ese cometido, proponía que, con el sueldo asignado en el presupuesto a 

la plaza de bibliotecario, se contratara a un encuadernador que realizaría sus 

funciones en un taller que se implementaría para tal fin. Para la organización 

del taller y la compra de máquinas y materiales, por el momento bastaba con 

un gasto de dos mil cien soles.

11 El 9 de noviembre, Odriozola le informó al ministro de Instrucción que el archivero encarga-

do del Archivo Nacional había puesto a su disposición a Mariano Torres y Enrique Trujillo, 

amanuenses de dicha entidad. Ambos prestarían sus servicios en la Biblioteca Nacional.

12 El Comercio. Lunes 16 de agosto de 1875. 
13 La postura que mostró Odriozola en su oficio la respaldó su competidor en el cargo Trinidad 

Pérez, quien compartía la idea de cerrar la Biblioteca Nacional ante esta cruda realidad. El 

Correo del Perú. Domingo 22 de agosto de 1875.


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El sueldo que recibía Odriozola era el de coronel fundador de la indepen-

dencia, pero no percibía una remuneración como bibliotecario. Ese dinero re-

sultaba útil para dicho taller, además que era preferible esta opción a delegar el 

trabajo a oficinas particulares que cobrarían mucho más de lo presupuestado. 

Una vez instalada la oficina de encuadernación, se podría determinar cuáles 

eran los libros y los folletos duplicados y canjearlos con las bibliotecas de San-

tiago o de Buenos Aires, cuyos directores mostraban su disponibilidad para 

ese cometido. Veamos a continuación el presupuesto de los gastos del taller

14

:

Tabla 1

Presupuesto de gastos del taller

14 El Comercio. Viernes 3 de diciembre de 1875.


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Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

El 12 de enero de 1876, el presidente Pardo expidió una resolución suprema 

en la que disponía que, a partir del mes siguiente del fallecimiento de González 

Vigil, la suma asignada a la plaza de bibliotecario sería invertida en instalar un 

taller de encuadernación, en la adquisición de sus útiles y en el pago de los ope-

rarios requeridos

15

. Se le ordenó al ministro de Hacienda que dispusiera que la 

caja fiscal acatara la medida

16

. Pese a la compleja situación del erario nacional, 

se trataron de solventar estas necesidades de la Biblioteca Nacional.

Odriozola no estuvo solo en estas tareas a las que se abocó. Constantemen-

te, los diarios locales tocaban el tema

17

. Con notas pequeñas, pero contunden-

tes, les recordaban a las autoridades que era fundamental saber con cuántos 

volúmenes se contaba en la Biblioteca Nacional para garantizar su correcta 

conservación. Se instaba a Odriozola a que tomara la iniciativa y a que, con el 

personal con el que contaba, empezara a elaborar un índice

18

. Una propuesta 

consistía, por ejemplo, en catalogar sin cargar al fisco de un gravamen más. 

Para eso, debía emplearse la mano de obra de la propia institución. Sin un 

catálogo era complicado ubicar un texto entre los estantes. Sarcásticamente 

se decía que si se quería saber de algún volumen había que acudir al catálogo 

«Calderón», en referencia al conservador Manuel Calderón, «cuya existencia 

es mortal como la de todos; y que digna de verse quedaría la biblioteca si su 

índice Calderón se enfermase»

19

. Ello en alusión a que siempre había inconve-

nientes cada vez que este trabajador faltaba a la Biblioteca Nacional, ya que 

prácticamente ninguna otra persona lo podía reemplazar. De ahí que surgiera 

la frase «deme U. tal libro, se le decía a un empleado, y este contestaba, no sé 

dónde está, Calderón sabrá»

20

.

15 El Comercio. Jueves 13 de enero de 1876; El Nacional. Jueves 13 de enero de 1876; La Opinión 

Nacional. Jueves 13 de enero de 1876. Ese mismo mes, un medio periodístico denunció que 

varios conventos de Lima estaban vendiendo importantes libros que resguardaban en sus 

estantes a personas extranjeras; la mayoría de ellos, de corte religioso y filosófico. Debido al 

desconocimiento de los prelados, valiosas obras salían del país sin esperanza de retorno. Por 

ese motivo, se propuso que en vez de que las vendieran a extraños, el Estado debía adquirirlas 

para que inmediatamente incrementaran los fondos de la Biblioteca Nacional. La Opinión 

Nacional. Viernes 28 de enero de 1876.

16 El Peruano. Lima 1° de febrero de 1876.
17 El Comercio. Martes 1° de febrero de 1876; La Opinión Nacional. Jueves 10 de febrero de 1876; 

El Nacional. Martes 7 de marzo de 1876.

18 El Nacional. Miércoles 8 de marzo de 1876.
19 El Comercio. Martes 8 de febrero de 1876.
20 En una ocasión, un joven lector pidió que se le proporcionase El Conde de Montecristo y el 

encargado de atender a los usuarios se la negó con la excusa de «no tener autorización para 

dar novelas»; similar respuesta recibió al solicitar la Química de Riche. Enfadado por lo suce-

dido, no dudó en ir a un periódico local y hacer pública su molestia. El Nacional. Lunes 13 de 

marzo de 1876. La noticia se difundió rápidamente en el medio. Al día siguiente de publicarse, 

el oficial conservador de la biblioteca, por orden de Odriozola, envió una carta al cronista 

del diario para informarle que El Conde de Montecristo se había perdido durante la gestión 


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De igual manera, la prensa cumplía un rol fundamental al momento de pro-

poner otras reformas necesarias en la institución u otras medidas de menor 

envergadura

21

. Por ejemplo, diariamente concurrían muchas personas para 

leer, consultar alguna obra o buscar algún dato. Sin embargo, había un ruido 

estresante que se escuchaba en todo momento. En las esquinas del salón de 

lectura se formaban grupos que solo iban con la intención de charlar

22

. Por 

ello, era preciso hacer un llamado para que primase el silencio en beneficio de 

los lectores.

Por otra parte, el 9 de mayo, Odriozola pasó un oficio al ministro de Instruc-

ción referente a la designación de cuatro o seis personas para que se ocuparan 

de limpiar el polvo de las colecciones de periódicos y otros documentos de las 

épocas de la colonia y la independencia, «que en montones y en completo des-

orden tengo aquí aglomerados»

23

. Algunos días después, volvió a remitir otro 

documento al ministro, esta vez apelando al rol del Estado en la preservación 

de las obras que enriquecen a la nación. En primer lugar, aclaró que el tan 

ansiado índice, antesala del catálogo, no era posible si antes no se dotaba a la 

Biblioteca Nacional de más personal. El conservador y el amanuense se en-

cargaban de la atención de los lectores; en el caso del oficial, plaza ya ocupada 

por Calderón, urgía que otro empleado más lo acompañara. Para Odriozola, 

el personal ideal era un subbibliotecario, dos oficiales conservadores, seis ama-

nuenses y dos empleados para la limpieza de estantes y libros

24

.

Debido a la demora del gobierno en responder a sus pedidos, Odriozola re-

currió a la prensa local, que hacía suyas sus solicitudes

25

. Por su alto cargo, 

reconocimiento y por el respeto que le tenían, el bibliotecario no temía filtrar 

las notas que recurrentemente le enviaba al gobierno. De esta manera, lo con-

cerniente a la Biblioteca Nacional pasaba a convertirse, realmente, en un pro-

blema nacional. Odriozola jugó en pared con el medio escrito; esta fue la ma-

nera que encontró para que no se desatendiera a la institución que dirigía. Sin 

embargo, era poco lo que se podía hacer desde el palacio presidencial, ya que 

el presupuesto que se les asignaba a las instituciones públicas —entre ellas, la 

Biblioteca Nacional— se elaboraba anualmente y con meses de anterioridad. 

Luego, era tarea del Congreso aprobarlo tal cual o con modificaciones. Por ese 

motivo, en julio de 1876, el ministro de Instrucción Manuel Odriozola Romero 

de González Vigil, mientras que la Química de Riche nunca había existido en la Biblioteca 

Nacional. El Nacional. Martes 14 de marzo de 1876.

21 Como sugerir que en los meses de verano se abrieran las ventanas de la biblioteca, ya que el 

calor incomodaba demasiado a los lectores. El Comercio. Lunes 21 de febrero de 1876.

22 El Comercio. Viernes 4 de febrero de 1876.
23 El Comercio. Miércoles 10 de mayo de 1876.
24 El Comercio. Lunes 15 de mayo de 1876.
25 La Sociedad. Miércoles 8 de noviembre de 1876.


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Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

informaba al Congreso que el precario estado de la hacienda pública impedía 

que el gobierno prestara la atención requerida a la Biblioteca Nacional. El mi-

nistro apoyó el pedido del bibliotecario para que se le asignara más personal, 

lo cual implicaba más fondos. En el siguiente presupuesto, este punto y otros 

tendrían que considerarse.

La situación de la Biblioteca Nacional tiene que ser comprendida en rela-

ción con el contexto que se vivía. El 2 de agosto de 1876 asumió la presidencia 

Mariano Ignacio Prado. El mandatario tomó las riendas de un país con una 

limitada economía y con complicaciones para generar ingresos suficientes con 

los que afrontar sus obligaciones y las demandas de los acreedores extranjeros 

(Salas Olivari, 2016, p. 158). Desde 1875, año en que asumió Odriozola, a 1877, 

el Estado optó por reducir sus gastos, lo que se plasmó en una menor ejecución 

de proyectos y obras. Por ello, Odriozola tuvo que batallar para poder ejecutar 

sus reformas.

Miguel Lazón Llamas fue un diputado que se interesó por el progreso 

de la Biblioteca Nacional. El 28 de noviembre de ese mismo año, elaboró 

un proyecto de ley para que se concretaran las reformas necesarias. Lazón 

proponía: a) que se derogara la ley que creó el Archivo Nacional y que 

este pasara a formar parte de la Biblioteca Nacional; b) debía contarse con 

un bibliotecario (sueldo de 3000 soles), un subbibliotecario (sueldo de 2400 

soles), un oficial primero (sueldo de 1800 soles), un oficial (sueldo de 1200 

soles), tres oficiales conservadores (sueldo anual de 100 soles cada uno), seis 

amanuenses (sueldo de 600 soles cada uno), tres limpiadores de libros que 

también deberían barrer y asear los salones (sueldo de 25 soles al mes cada 

uno) y un portero; c) dichas plazas serían nombradas por el gobierno a pro-

puesta del bibliotecario; d) el Ejecutivo nombraría las comisiones para la 

formación del índice o catálogo general y el reglamento de la Biblioteca; e) 

en el presupuesto general de la nación debía someterse a votación la suma 

de 2000 soles anuales para la adquisición, en Europa, de las obras de interés 

que se hubiesen publicado —la compra recaería en los ministros diplomáti-

cos que residían en Londres y en Francia; y f) se destinarían 240 soles para 

gastos de escritorio

26

.

Por otro lado, el 16 de enero de 1877 Odriozola se dirigió al ministro de 

Instrucción para que dispusiera el cumplimiento de la ley que obligaba a 

todas las imprentas a remitir a la Biblioteca Nacional dos ejemplares de 

los libros, folletos o periódicos que publicaran. Muy pocas cumplían esta 

norma cuando se trataba de los periódicos que circulaban en provincias y 

que en raras ocasiones se enviaban a Lima. Odriozola exhortaba a que el 

26 El Comercio. Jueves 7 de diciembre de 1876. El proyecto de ley contenía aspectos interesantes, 

pero su aprobación estaba en manos del Congreso. Pese a que se desconoce el devenir de la 

iniciativa, es claro que al final fue desestimada y archivada.


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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

Henry Barrera Camarena

prefecto de cada localidad notificara a los dueños de los establecimientos 

tipográficos a que acataran la ley, bajo la amenaza de ser penados según lo 

establecido

27

.

Catálogo y canjes
Odriozola enfatizaba la necesidad de que los libros fueran clasificados por ma-

teria, fechas y autores; y a partir de ello, formar un catálogo. El 22 de mayo de 

1877 requirió al ministro de Instrucción que José Toribio Polo, oficial segundo 

de la administración de Correos, pasara a la Biblioteca Nacional con el sueldo 

que disfrutaba y en calidad de agregado, «mientras se colocan conveniente-

mente los libros y se hace el índice razonado». El interés de Odriozola por Polo 

radicaba en que este «a sus conocimientos bibliográficos, añade los adquiridos 

en más de diez años de asidua asistencia a la Biblioteca, registrándola para sus 

trabajos sobre historia patria, con permiso de mi antecesor el señor González 

Vigil»

28

. Es así que, a partir del 1° de julio, Polo pasó a la Biblioteca Nacional, 

en cumplimiento de la resolución suprema del 19 del mes anterior

29

.

Otro personaje clave en el proyecto del catálogo fue José Román de Idiáquez, 

quien desde mediados de 1876 se desempeñaba como meritorio. Su función era 

el arreglo de las obras colocadas en la estantería del nuevo salón. Sus conoci-

mientos en bibliografía lo convirtieron en un empleado necesario para la bue-

na marcha del establecimiento. Con este precedente, el 25 de agosto Odriozola 

recomendó al gobierno, dada la necesidad de cubrir una de las plazas vacantes 

de amanuense, que lo contrataran para ese empleo. Empero, el 4 de setiembre 

Odriozola fue notificado del rechazo a su solicitud, ya que esa plaza tenía que 

seguir siendo ocupada por Aurelio Langaray, antiguo amanuense del Archivo 

Nacional

30

.

El 3 de enero de 1878 se dispuso, por decreto supremo, la forma en que la 

Biblioteca Nacional realizaría el canje de libros, folletos y demás publicaciones 

con sus homólogas en el exterior

31

. Procediendo a su cumplimiento, Odriozola 

se contactó con los directores de las bibliotecas nacionales de Santiago, Mon-

27 El Comercio. Miércoles 17 de enero de 1877.
28 Archivo General de la Nación (en adelante AGN). Ministerio de Justicia y Beneficencia (en 

adelante MJB). Legajo 70, documento 44, 1877. 

29 Polo también participó en el arreglo de diversos archivos, tales como el de Hacienda, Cabildo 

Metropolitano, Arzobispal, Tribunal de Cuentas (Dager Alva, 1999, p. 5). Hasta el momento 

en que comenzó con la labor de la catalogación, apoyó en otras tareas asignadas. 

30 El 9 de setiembre, a petición de Odriozola, se destinó al sargento mayor del ejército Eulogio 

Quiñones para que prestara sus servicios a la institución como oficial calígrafo y ayudara 

en la formación del catálogo. El Comercio. Lunes 10 de setiembre de 1877. Anteriormente se 

había desempeñado como calígrafo del Ministerio de Guerra y Marina. AGN. MJB. Legajo 

70, documento 8, 1877.

31 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores (en adelante AMRE). Correspondencia 

B.7.4.1. Caja 256, carpeta 15, 1878. 


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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

tevideo, Buenos Aires, Caracas y Bogotá para enviarles cajones de libros para 

intercambiar. La labor se hacía en coordinación con el Ministerio de Relacio-

nes Exteriores, responsable de dar la orden final de enviar los volúmenes a sus 

destinos

32

.

A mediados de ese año, exactamente el 25 de julio, se presentó el proyecto 

del reglamento de la Biblioteca Nacional, el cual contó con el total respaldo del 

gobierno, que estaba convencido de la necesidad de organizarlo de un modo 

más conveniente (Loayza, 1878, p. XXV)

33

. Si bien había un déficit económico, 

esto no impedía que se reorganizara la Biblioteca Nacional; es más, el propio 

ministro de Instrucción José Loayza le sugería al bibliotecario que remitiera la 

propuesta de la cantidad de personal que deseaba y la escala de sueldo corres-

pondiente.

En setiembre, el bibliotecario elaboró un informe concerniente a varios as-

pectos de la Biblioteca Nacional, a raíz de un pedido del ministro Loayza

34

. El 

documento es valioso pues revela detalles del estado en que esta se hallaba. En 

primer lugar, Odriozola calculaba que había aproximadamente cien mil volú-

menes, mientas que el número de manuscritos era reducido y no excedía los 

cuatrocientos. En relación con el espacio que ocupaba, indicaba que son «tres 

salones del antiguo Colegio de Caciques, a los que últimamente se ha añadido 

el local que fue refectorio de los jesuitas»

35

. Por otro lado, aprovechó la ocasión 

para cuestionar que, en la corta historia de la Biblioteca Nacional, eran pocas 

las donaciones de libros que había recibido y solo rescataba «la hecha en 1840 

32 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 255, carpeta 1, 1878.
33 La Opinión Nacional. Sábado 27 de julio de 1878. Para una revisión detallada de cada punto 

del proyecto del reglamento, véase La Patria. Sábado 27 de julio de 1878. Cabe indicar que su 

base fue un informe minucioso que Odriozola presentó el 25 de junio del mismo año. AGN. 

MJB. Legajo 70, documento 11, 1878. En esa misma fecha se publicó un decreto supremo que 

nombraba a Miguel Arróspide y a Armando Castañeda como amanuenses interinos para la 

tarea del catálogo. Los dos amanuenses permanentes eran Aurelio Langaray y Alejo Palome-

que; este último tenía más de veinte años de labor en la Biblioteca.

34 El pedido del ministro provino de una solicitud que este había recibido del ministro de Re-

laciones Exteriores, quien intercedió, a su vez, por Vicente Quesada, director de la Bibliote-

ca Nacional de Argentina, para que le facilitaran información sobre la Biblioteca Nacional 

de Lima, como parte de un estudio que estaba realizando de las bibliotecas americanas. Al 

respecto véase, Buchbinder, 2018. Un año antes, Quesada publicó Las bibliotecas europeas y 

algunas de la América latina (1877), libro en el que afirma haber recibido datos incompletos y 

deficientes de la Biblioteca Nacional de Lima, a causa de la dificultad que tuvo de comunicar-

se con su homólogo peruano. Este era el primer tomo de un estudio de bibliotecas nacionales 

europeas y americanas. El segundo tomo se centraría en algunas bibliotecas de este lado del 

mundo. Para cumplir su cometido, Quesada presentó formalmente a las autoridades perua-

nas una lista de preguntas que tenían que ser respondidas por Odriozola. Las respuestas se 

dieron rápidamente y quedó en manos del ministro de Relaciones Exteriores del Perú remitir 

el documento a su par argentino, quien finalmente lo derivaría a su solicitante inicial.

35 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 256, carpeta 16, 1878.


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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

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por Miguel de la Fuente Pacheco»

36

. Respecto al personal, solamente había 

un bibliotecario, un conservador, un amanuense y un portero; aunque, «hay 

otros agregados que se ocupan en la actualidad del arreglo de los volúmenes en 

los estantes nuevamente construidos y en la formación del índice general»

37

Respecto a la atención al público, el horario era todos los días, excepto los 

feriados, desde las once de la mañana hasta las cuatro de la tarde.

Loayza fue reemplazado en el cargo por Mariano Felipe Paz Soldán, quien 

estaba interesado en que la catalogación se iniciara lo más pronto posible y, 

por ello, el 14 de enero de 1879 le comunicó al académico Manuel González de 

la Rosa de la suprema resolución expedida referente a su nombramiento como 

parte de la comisión encargada de formar el catálogo de la Biblioteca Nacio-

nal. Su elección se basó en su vasto conocimiento bibliográfico, producto de 

su recorrido por las principales bibliotecas europeas occidentales

38

. Dos días 

después, González De la Rosa agradeció el gesto de Paz Soldán y luego aceptó 

trabajar al lado de Polo en dicha labor. En su respuesta acotó:

Contando con que US. nos enviará los laboriosos e inteligentes auxilia-
res que nos ha ofrecido, secundado por el señor director y mi entendido 
colega señor Polo, y más que todo, con el apoyo y consejos de US. cuya 
competencia todos reconocen me prometo llevar a cabo en pocos meses, 
lo que no se ha hecho en más de medio siglo que lleva de existencia la 
Biblioteca Nacional

39

.

Tres días después se oficializaría la conformación de una comisión com-

puesta por González de la Rosa y Polo para implementar el catálogo. Para 

poder cumplir con el objetivo, recibirían la ayuda de los empleados gra-

vantes al fisco designados por resolución suprema. Odriozola prestaría a la 

comisión todas las facilidades. Cabe indicar que el catálogo y el arreglo de 

los estantes se harían según instrucciones del Ministerio de Instrucción

40

La prensa informaba al público sobre el desarrollo de esta noticia. Eran 

muchos los asiduos usuarios que acudían constantemente a la Biblioteca 

Nacional para revisar los materiales, así que esta información referente al 

próximo catálogo les sería de mucha utilidad. Prácticamente ningún medio 

36 Las bibliotecas particulares de Joaquín Paredes (1859) y de Manuel Pérez de Tudela (1863) 

llegaron a la Biblioteca Nacional en condición de compra.

37 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 256, carpeta 16, 1878.
38 Una semblanza del devenir intelectual de este personaje, en Riviale, 1997. González de la 

Rosa, junto a otros bibliófilos notables de la época, como Ricardo Palma, Manuel de Men-

diburu y Enrique Torres Saldamando, se reunían en las tardes a charlar y revisar libros en la 

Biblioteca Nacional, por invitación del mismo Odriozola (Palma, 1905, p. 1936). 

39 El Comercio. Lunes 20 de enero de 1879.
40 El Comercio. Sábado 18 de enero de 1879; El Nacional. Sábado 18 de enero de 1879; La Opi-

nión Nacional. Sábado 18 de enero de 1879. 


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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

escrito dejó de informar al respecto; el proyecto del catálogo había concita-

do toda la atención.

Los dos eruditos, Polo y González de la Rosa, recibieron alrededor de quince 

instrucciones a las que debían ceñirse al momento de empezar el ordenamiento 

y la catalogación de los libros

41

. El gobierno giraría dinero a Odriozola para que 

suministrara los materiales necesarios para la labor

42

. En los primeros días de 

febrero se presentaron ante el bibliotecario el teniente coronel Julio Martínez, 

el sargento mayor Pedro Raygada y el capitán Agustín Echevarría para prestar 

sus servicios en la elaboración del catálogo, según lo oficiado y establecido por 

el ministro Paz Soldán en una nota del día 30 del mes anterior.

En paralelo al inicio de esta actividad, Odriozola mandó un oficio al gobier-

no en relación con el incumplimiento de los impresores de remitir dos ejempla-

res de lo que se producía en sus talleres, según lo estipulaban los decretos del 

8 de febrero y 31 de agosto de 1822

43

. Se necesitaba adoptar una medida eficaz 

que impidiera la reincidencia de tales omisiones; por tal razón, el 4 de febrero, 

el Ministerio de Instrucción expidió la siguiente resolución:

Que siempre que salgan a la luz cualesquiera obra, folletos, periódicos u 
hojas sueltas y los respectivos directores o administradores de imprenta 
no remitan a la Biblioteca Nacional, el bibliotecario proceda a comprar-
los pasando el recibo del vendedor al Ministerio de Instrucción para que 
disponga que por la prefectura del departamento se haga efectivo su valor 
del impresor que haya incurrido en la enunciada falta

44

.

El 12 de mayo, Prado promulgó el reglamento de la Biblioteca Nacional, 

instrumento con el cual se regularizaron su administración y funciones, y se de-

terminó el personal con el que contaría (un bibliotecario, un subbibliotecario

45

dos vigilantes, cuatro conservadores, un amanuense y un portero).

El reglamento se publicó justamente al inicio de la Guerra del Pacífico (5 de 

abril de 1879). Por ello, los principales recursos del país se destinaron a atender 

al Ejército y la Marina y a la compra de armamentos. Pese a ello, llama la aten-

ción que los empleados llegaran a la cantidad de diez. Al analizar el pliego pre-

41 El Comercio. Jueves 23 de enero de 1879; Tauro, 1964, pp. 91-92.
42 El Comercio. Sábado 25 de enero de 1879. 
43 Mediante una resolución suprema del 5 de julio de 1876 se declararon vigentes los dos decre-

tos mencionados, pero ni aun así fueron cumplidos (Tauro, 1964, p. 54).

44 El Comercio. Jueves 13 de febrero de 1879. La medida fue complementada por otra dada el 21 

de julio del siguiente año, en la cual el gobierno ordenó que los prefectos y los subprefectos 

de toda la nación impusieran la multa de 10 a 20 libras esterlinas a los dueños de imprentas 

que no acataran la norma. El monto iría a favor de la persona que diera aviso de este acto. 

La multa no eximía a la imprenta de remitir los ejemplares. La Opinión Nacional. Jueves 22 de 

julio de 1880. 

45 El primero en ostentarlo fue González de la Rosa. 


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supuestal destinado a la Biblioteca Nacional en el bienio 1879-1880 se observa 

que el dinero que se le asignaba se ceñía al pago de los empleados, quienes eran 

los siguientes: un bibliotecario, un conservador, dos amanuenses y un portero; 

es decir, la mitad.

La aprobación del presupuesto se dio en 1878, cuando aún no comenzaba la 

guerra; no obstante, solo se consideró a cinco empleados. Lo propuesto en el 

reglamento era beneficioso, pero no existían los recursos necesarios para que 

se concretara. Por ejemplo, para el gasto de la catalogación no se consideró la 

compra de estantes ni el mantenimiento de las instalaciones eléctricas. Única-

mente figuraba un monto de 80 soles anuales para la compra de escritorio y 960 

soles para «el reemplazo de los libros que se importen» (Salas Olivari, 2016, p. 

359). Esta era una suma ínfima para las necesidades de la Biblioteca Nacional.

La Biblioteca Nacional estaba dentro de la sección de Instrucción del Minis-

terio de Instrucción, Culto, Justicia y Beneficencia, pero no era la única que la 

conformaba, pues compartía espacio con el Archivo Nacional, la Escuela de 

Artes y Oficios, la Escuela de Minas, la Universidad Mayor de San Marcos, 

la Universidad Menor del Cusco, la Universidad Menor de Arequipa y, por 

supuesto, el propio Ministerio de Instrucción. Si se compara el presupuesto de 

todas estas instancias en la partida del bienio 1879-1880, lo que le correspondía 

a la Biblioteca Nacional equivalía solo al 1,47 %; es decir, fue la institución con 

menos fondos. A pesar de ese escenario desfavorable, se impulsó la elabora-

ción del catálogo, debido a lo trascendental del proyecto.

Durante la catalogación se hizo pública la noticia de que Polo había renun-

ciado a la comisión. Su alejamiento, ocurrido el 19 de julio, se dio sin que hu-

biese podido culminar la tarea asignada

46

. Solo llegó a arreglar las colecciones 

de los diarios sin encuadernar (González De la Rosa, 1880, p. 129)

47

. Durante 

un poco más de medio año, González de la Rosa continuó con el encargo, 

hasta que el 16 de febrero de 1880, el secretario del Ministerio de Instrucción 

declaró fenecida la comisión. Por lo tanto, se aprobó autorizar a Odriozola 

para que creara un índice general y detallado de todas las obras de la Biblioteca 

Nacional

48

. La prensa daba con pesar esta noticia, ya que la comisión había 

46 Según Tauro una de las razones de su salida se debió a las discrepancias que tenía con Gon-

zález de la Rosa respecto a la ordenación de los volúmenes en los estantes (1964, p. 59). No 

obstante, se sabe también que una segunda razón, y quizá la más importante, fue que no 

recibía su sueldo mensual y cuando sucedía era con retraso, lo cual lo perjudicaba tanto a él 

como a su familia. Por ese motivo, el 8 de julio Polo pidió ser restituido en el cargo de oficial 

segundo de la administración de Correos. AGN. MJB. Legajo 70, documento 105, 1879.

47 Paz Soldán, en su presentación al Congreso el 28 de julio, informó de los avances de la Bi-

blioteca Nacional. Al respecto, mencionó la conformación de la comisión del catálogo y dio 

a entender que tanto González de la Rosa como Polo continuaban en esa labor, cuando en 

realidad este último ya se había retirado (Paz Soldán, 1879, p. XXV).

48 La Opinión Nacional. Martes 17 de febrero de 1880.


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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

desaparecido sin que hubiese podido culminar su objetivo. A la vez, era plausi-

ble que el gobierno la haya sostenido hasta esa fecha, pese a la guerra en la que 

estaba inmerso el país.

Días antes de que se diera por concluida la comisión, el 4 de febrero se 

emitió un decreto supremo que daba el plazo de seis meses para la elabora-

ción del catálogo general. El 24 de ese mes, González de la Rosa remitió un 

informe al bibliotecario respecto a la catalogación. Según las instrucciones 

dadas, se encargaría de los salones primero y segundo, mientras que los salo-

nes tercero, cuarto y quinto le corresponderían a Polo. Debido a la renuncia 

de este último, González de la Rosa decidió ocuparse de los salones faltantes; 

de esa manera, culminó con los que se le encargaron, además del tercero. 

Entretanto, los salones cuarto y quinto quedaron pendientes. En el catálogo 

no se incluyeron ni los libros muy maltratados ni los truncos, que eran apro-

ximadamente 10 000. Por su parte, los catalogados eran casi 40 000 (González 

de la Rosa, 1880, p. 129).

Un dato relevante salió a la luz el 1° de marzo, cuando la Secretaría del Mi-

nisterio de Instrucción le solicitó a Odriozola que informara sobre el catálogo 

que había hecho González de la Rosa, quien el 18 de febrero había asegurado 

haberlo culminado. En dicho mes, Odriozola informó verbalmente acerca de 

ese trabajo, el cual se empleó como base para que se suprimiera la comisión 

encargada del catálogo. La Secretaría también le solicitó al bibliotecario que 

comunicara si el subdirector había cumplido con todas sus obligaciones, con-

forme con el reglamento del establecimiento

49

.

La Biblioteca Nacional permaneció cerrada durante los primeros meses de 

1880

50

. El secretario de Instrucción ordenó que desde el 1° de agosto se reabrie-

ran los salones de lectura para el público; a pesar de la guerra, la ciudad debía 

seguir el curso normal de sus actividades. Las personas que iban a la Biblioteca 

Nacional, ya sea para estudiar o investigar, no debían perjudicarse por factores 

externos. Empero, pasaron varios días y Odriozola no acataba la medida

51

.

Ese mismo año, el bibliotecario se dio a la tarea de formar un salón destina-

do exclusivamente a libros americanos: el llamado salón América. En noviem-

bre informó al secretario de Instrucción de que «siendo escasísimos el número 

de volúmenes relativos a las cinco repúblicas de Centro América»

52

, le remitía 

una relación de textos para que por su intermediación llegara a manos del se-

cretario del despacho de Relaciones Exteriores, desde donde se le comunicaría 

49 La Opinión Nacional. Martes 2 de marzo de 1880.
50 Gonzáles de la Rosa, en su informe del 24 de febrero, indica que la Biblioteca Nacional estuvo 

clausurada a raíz del remate hecho allí de las alhajas colectadas para la compra del blindado 

Almirante Grau (1880, p. 129).

51La Opinión Nacional. Martes 10 de agosto de 1880.
52 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 273, carpeta 14, 1880.


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al doctor Torres Lama, representante del Perú en esos países, que iniciara la 

adquisición. Para aquel entonces se sabía que el ejército chileno tenía planeado 

llegar a Lima para ocuparla. La prioridad era resguardar la capital y garantizar 

el correcto funcionamiento de las entidades públicas. Odriozola no se amilanó 

ante esta situación; es más, siguió realizando sus funciones con normalidad, 

sin presagiar lo que vendría después.

El 9 de setiembre, Odriozola informó al secretario de Instrucción las razones 

por las que no había podido cumplir con el decreto supremo del 4 de febrero, 

relativo a la formación del catálogo general. Para dicho catálogo, Odriozola 

pidió, en su calidad de subdirector, que se nombrara a una persona de notoria 

ilustración para el ordenamiento de la Biblioteca Nacional. En ese sentido, 

lamentaba que el gobierno no hubiese considerado sus sugerencias.

También propuso que Enrique Torres Saldamando ocupara una plaza 

de conservador, ya que, desde hace dos años, servía gratuitamente a la Bi-

blioteca Nacional; además, poseía notables aptitudes e inteligencia biblio-

gráfica. Odriozola hizo hincapié en que, pese a la voluntad que tenía, no 

podía llevar adelante tal objetivo por sí solo. El bibliotecario recordaba con 

nostalgia lo siguiente:

Hubo época en que ayudado por los señores Palma, Patrón, Idiáquez, Sal-
damando y Polo, personas todas entendidas en bibliografía, pude prome-
terme llevar a buen término la tarea, pero desgraciadamente el ex ministro 
del ramo señor Paz Soldán quiso esterilizar mis esfuerzos y las de mis ab-
negados y entusiastas colaboradores

53

.

Para esa fecha, el único empleado con conocimiento bibliográfico de la Bi-

blioteca Nacional era el antiguo oficial conservador Calderón, quien estaba 

enfermo y no iba mucho a trabajar. Por su parte, los amanuenses contratados 

no contaban con lo necesario para el trabajo de organización de los libros. En 

resumen, estas fueron las razones que dio Odriozola sobre lo imposible que 

había resultado ejecutar el catálogo en el tiempo designado. A la vez que daba 

esta argumentación, solicitaba un nuevo plazo para culminar con lo comenza-

do. Entonces, luego de revisar el oficio, el gobierno atendió su pedido: el 5 de 

octubre estipuló que se extendiera el plazo hasta el 20 de julio del siguiente año. 

La guerra, la ocupación de Lima y el expolio imposibilitaron que esta empresa 

se concretara.

Antes de seguir, cabe resaltar que el gobierno peruano, según sus posibi-

lidades, continuó apoyando a Odriozola hasta fines de 1880. Pese al déficit 

fiscal, la confrontación política en la que estaba sumergido el gobierno y el 

poco presupuesto asignado a este establecimiento, se alentó a que el catálogo se 

53 AGN. MJB. Legajo 70, documento 13, 1880.


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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

finalizara; así pues, el bibliotecario contó con ese respaldo para seguir adelante 

en el cometido.

La guerra y el expolio
El 5 de abril de 1879 Chile declaró la guerra al Perú y Bolivia. Los combates co-

menzaron en el mar, que terminó inclinándose a favor de los sureños después 

de su triunfo en la batalla de Angamos y el hundimiento del monitor peruano 

Huáscar, el 8 de octubre. Luego vinieron la campaña terrestre y el desembarco 

del ejército chileno en las costas de Pisco y Lurín. Después de la derrota perua-

na en las batallas de San Juan (13 de enero de 1881) y de Miraflores (15 de enero 

de 1881), el camino estaba libre para el ingreso del enemigo a la capital.

Las tropas chilenas entraron a Lima el 18 de enero de 1881 y rápidamente 

tomaron el control de la ciudad. A partir de ese momento comenzó un expolio 

sistemático de varias instituciones públicas. No solo se apoderaron de libros 

o manuscritos, sino también de todo material científico, artístico y escultórico 

(Paz Soldán, 1884, p. 736)

54

. La Biblioteca Nacional fue una de las principales 

instituciones en la mira del invasor. De ello dejó constancia Odriozola en la 

carta que le envió, el 10 de marzo, a Mr. Christiancy, ministro de Estados Uni-

dos en el Perú, acerca del «crimen de lesa civilización» que cometían las autori-

dades chilenas, en alusión a la sustracción de libros que estaban bajo su cuida-

do. Asimismo, le informaba que el 26 de febrero entregó, contra su voluntad, 

las llaves de la Biblioteca Nacional, con lo cual se inició «el más escandaloso y 

arbitrario despojo»

55

.

La siguiente narración se basa en un documento inédito encontrado en el 

archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores. No cabe duda de que brinda 

mayores detalles de este suceso funesto sufrido por la Biblioteca Nacional

56

.

El 9 de mayo, el gobierno provisorio de Francisco García Calderón, ins-

talado apenas el 12 de marzo, dispuso que las labores de la Escuela de Cons-

trucciones Civiles de Minas se dieran en los salones destinados al Club Lite-

54 El teniente de navío francés Albert Davin menciona que «todo lo que podía ser tomado fue 

sustraído a los laicos: utensilios de laboratorio, las colecciones, las bibliotecas, las anclas, las 

cadenas e incluso los pisos de los cuarteles de Lima» (2006, p. 30).

55 La usurpación fue planificada y la Biblioteca Nacional estaba en la mira de los chilenos desde 

los primeros instantes de la ocupación (Middendorf, 1973, tomo I, p. 318). La carta fue escrita 

por Odriozola y por Ricardo Palma, a quien Nicolás de Piérola había nombrado subdirector 

de la Biblioteca Nacional. Ambos fueron perseguidos por las autoridades chilenas por tal 

acto (Palma, 1979, p. 96). El tradicionista fue capturado y hecho preso en una habitación del 

corredor alto de la Biblioteca, pero debido a su reconocida personalidad literaria fue puesto 

en libertad (Hernández, 1933, p. 73-74); entretanto el bibliotecario, pese a la disposición de su 

inmediata prisión, consiguió asilarse en la legación norteamericana (Palma, 1912, p. 5).

56 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 279, carpeta 16, 1881. Se cuenta con algunos estudios 

en torno al expolio; véase Guibovich, 2009; Carcelén y Maldonado, 2014.


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Henry Barrera Camarena

rario ubicados en la Biblioteca Nacional

57

. Ello, a raíz de que la mencionada 

escuela fue ocupada como cuartel por el ejército chileno. El coronel Odriozo-

la, notificado de la medida, informó a José Miguel Vélez, ministro de Justicia, 

Culto, Instrucción y Beneficencia, que tal medida no podía darse porque la 

institución que dirigía también estaba ocupada por soldados enemigos. Al 

mismo tiempo, Odriozola informaba al ministro Vélez de la sustracción de 

un gran número de libros y documentos de los salones de la Biblioteca Na-

cional «y que se encontraban allí más de cincuenta cajones para llevarlos con 

los libros que aún quedaban»

58

.

El contraalmirante Patricio Lynch le devolvió a García Calderón las llaves 

de la Biblioteca Nacional el 12 de mayo, aunque para entonces ya se había 

extraído más de la mitad de los volúmenes (Palma, 1984, p. 46). Cuatro días 

después, el ministro Vélez remitió el informe de Odriozola a Manuel María 

Gálvez, ministro de Relaciones Exteriores, con el fin de que ejecutara las 

acciones necesarias con el jefe de las fuerzas chilenas y se lograra la desocu-

pación de la Biblioteca Nacional. La importancia de los libros que se en-

contraban en el establecimiento era revalidada por el ministro Vélez, quien 

indicó que «siendo de estimable valor los libros y antiguos documentos que 

aún quedan en ese local, sería muy conveniente que usted procurase recabar 

una orden expresa para que no continúe extrayéndose por los soldados los 

referidos objetos»

59

. Pese al empeño invertido, el ministro Gálvez no obtuvo 

resultados.

Posteriormente, el 29 de junio, Odriozola envió un oficio al ministro Vélez 

para comunicarle que el día anterior, aproximadamente a las tres de la tarde, 

la Biblioteca Nacional había sido invadida por una partida de tropa armada, 

conducida por el intendente de policía del ejército chileno, el coronel Valdi-

vieso. En ese instante, Odriozola se encontraba en su oficina. El intendente 

le previno que «dentro de un momento venía a ocupar todo este local, alto 

y bajo, el batallón Curicó, inclusive los departamentos que ocupados por el 

que suscribe, y el Archivo Nacional para los jefes y oficiales de dicho cuerpo 

en razón de estar amueblados»

60

. Odriozola literalmente le suplicó al inten-

dente que le permitiera quedarse, pedido que se le concedió. A la seis de la 

tarde del 28 ingresó el referido batallón y se alojó en todos los salones de la 

57 El Club Literario estaba instalado en la Biblioteca Nacional desde diciembre de 1876. AGN. 

MJB. Legajo 70, documento 2, 1876.

58 En cajones se llevaron libros, muebles y todos los accesorios útiles y en buen estado. Pese a 

que tuvieron todo el tiempo necesario, no se llegaron a llevar todos los cajones preparados 

con destino a Santiago. En mayo de 1884, Palma le informó al ministro de Instrucción de la 

existencia de cajas grandes cerradas y rotuladas que se hallaban en uno de los salones de la 

Biblioteca Nacional. AGN. MJB. Legajo 71, documento 12, 1884.

59  AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 279, carpeta 16, 1881.
60 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 279, carpeta 16, 1881.


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Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

Biblioteca Nacional, que fueron destinados para «cuadras de la tropa, hospi-

tal y almacén de armas y municiones; el club literario y los salones en donde 

funcionó la oficina de Estadística y todos los corredores altos y bajos»

61

. En 

el mismo oficio, Odriozola recordaba una nota formal que le había enviado 

al mismo ministro Vélez, días antes del 28, en la que señalaba que, cuando le 

devolvieron la Biblioteca Nacional, lo hicieron con «la falta y descomposi-

ción de todas las chapas de las puertas y mesas y escritorios»

62

. Lo único que 

aún mantenía en su poder era la llave de la puerta principal, que «defendía y 

aseguraba la oficina»

63

.

Cuando Odriozola remitió el oficio, las fuerzas chilenas volvían a la Bi-

blioteca Nacional para ocuparla. El bibliotecario temía que lo poco que ha-

bía logrado que devolvieran volviera a desaparecer. Odriozola oía cómo los 

soldados enemigos decían que «les pertenece todo como vencedores»

64

, en 

alusión a los invaluables materiales de la institución. Tal como el informe an-

terior, este oficio también lo remitió el ministro Vélez a su par en el despacho 

de Relaciones Exteriores, quien tenía que presentar un reclamo ante el jefe 

del ejército chileno por lo que estaba ocurriendo. No obstante, su reclamo no 

fue escuchado y se siguió con el expolio. Cuenta el viajero Ernst Middendorf 

que «las salas, tan bien arregladas antes, parecía que hubiesen albergado a 

criaturas de las divinas Euménides. Los armarios y los estantes estaban va-

cíos y dondequiera, desparramados por el suelo, se veían montones de libros 

medio destrozados» (1973, tomo I, p. 319).

Pese a que se tenía planificado enviar todos los libros de la Biblioteca Na-

cional al sur, buena cantidad de ellos se quedaron en Lima

65

; específicamen-

te, en manos de individuos particulares que por diferentes medios lograron 

adquirir algún volumen de su interés

66

. Otra cantidad se quedó en manos de 

61 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 279, carpeta 16, 1881.
62 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 279, carpeta 16, 1881.
63 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 279, carpeta 16, 1881.
64 AMRE. Correspondencia B.7.4.1. Caja 279, carpeta 16, 1881.
65 El 3 de agosto se publicó, en el Diario Oficial de la República de Chile, el informe que presentó 

el polaco Ignacio Domeyko, rector de la Universidad de Chile y encargado de reconocer 

la cantidad de libros traídos desde Lima. Domeyko manifestó haber contabilizado «más de 

diez mil volúmenes entre obras de diversos tamaño y folleto […]» (Godoy Orellana, 2011, 

p. 302). La cantidad de textos sustraídos de la Biblioteca Nacional todavía está en debate y, 

más aún, cuánto se llevó el ejército chileno a su país. De lo que no hay duda es de las joyas 

bibliográficas sustraídas, como varias ediciones raras de la Biblia, elzevires, autores clásicos, 

un breviario de Venecia de 1489, una edición de Platón de 1481, el Misal Muzárabe de Toledo 

(1500), la relación de los autos de fe de Lima (Markham, 1895, p. 286); no se continua, porque 

la lista es larga.

66 El coronel del ejército José Luis Torres sostuvo que «mucho de lo robado se vendió en Lima, 

particularmente en lo referente a libros y periódicos, pues por mucho tiempo los pulperos 

italianos y los asiáticos envolvían las especias de la venta en papeles de oficio» (1890, pp. 

218-219). Es muy probable que varios de esos libros y periódicos hayan pertenecido a las 


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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

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ciudadanos chilenos o de funcionarios de dicho país, quienes se apoderaron 

de estos para venderlos o regalarlos

67

.

A mediados de octubre de 1883, el ejército chileno se retiró de Lima y aban-

donó todas las instalaciones que tenía en su poder en la capital

68

. En el caso 

concreto de la Biblioteca Nacional, Odriozola observó y lamentó el estado en 

que esta había quedado. En un informe que elevó al ministro de Instrucción el 

31 de octubre, afirmaba que «[…] los preciosos y raros manuscritos que compo-

nían la colección de inéditos, ha desaparecido casi por completo»

69

. Ese mismo 

día se hizo presente en la Biblioteca Nacional el señor Ramón Gutiérrez Pare-

des, secretario del Tribunal de Comercio, quien, por orden verbal del ministro 

de Instrucción, debía consultarle al bibliotecario sobre el espacio que podían 

ocupar dicho tribunal y el despacho de su secretaría. Odriozola propuso que 

usaran los ambientes asignados al Club Literario y al litógrafo encargado de 

realizar los grabados para la obra de Antonio Raimondi

70

.

El 2 de noviembre, Ricardo Palma fue nombrado director de la Biblioteca 

Nacional. Con ello se formalizó el alejamiento de Odriozola de la institución 

que dirigió durante ocho años, aunque fue designado director honorario.

Conclusiones
Durante su gestión, Odriozola promovió reformas que urgían desde hacía déca-

das y que sus antecesores no concretaron por diversas razones. En este punto, no 

se puede soslayar su aporte respecto a la adquisición de obras —especialmente 

extranjeras—, el reglamento, la compra de estantes, la contratación de más per-

sonal para las labores internas y la catalogación de los materiales bibliográficos. 

Durante esta tarea contó con el apoyo de la prensa. En los diversos artículos pe-

riodísticos queda constancia de que el progreso de la Biblioteca Nacional era de 

interés público. Sin duda, los medios escritos mostraron su apoyo a Odriozola.

Mientras ocupó la plaza de bibliotecario, el país pasó por una crisis fiscal que 

se reflejó en el bajo presupuesto que se le asignó a la Biblioteca Nacional. Si 

bien no puede dudarse del apoyo que trataba de darle el gobierno, el déficit eco-

nómico impedía que le pudiera otorgar más recursos. El presidente Prado y sus 

colecciones de la Biblioteca Nacional.

67 Sobre el periplo de los textos que llegaron a Chile y el distinto destino que tuvieron, véase 

Godoy Orellana, 2011, pp. 301-304.

68 Según Polo, durante el tiempo que duró la invasión, Odriozola tuvo que vender parte de sus 

libros para poder comer (1890, p. 79).

69 Véase el informe completo en Durand, 1972, pp. 36-37. Por otra parte, el 30 de octubre, el 

director del Archivo Nacional Manuel María Bravo también presentó un informe del estado 

en que quedó la institución que dirigía. En una visita rápida, Bravo observó que faltaban 

alrededor de cuatro mil documentos del ramo histórico de Inquisición y todo lo perteneciente 

a la Real Audiencia de Lima. AGN. MJB. Legajo 68, documento 90, 1883.

70 AGN. MJB. Legajo 71, documento 134, 1883.


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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

Manuel de Odriozola y la Biblioteca Nacional (1875-1883)

ministros de Instrucción reconocían la importancia de la Biblioteca Nacional en 

lo referente al progreso de las luces y la educación de la sociedad. En los distintos 

dictámenes se percibe esa intención de dotarla de las herramientas necesarias 

para su correcto funcionamiento.

Finalmente, la ocupación de Lima hizo que se retrocediera lo avanzado. El 

despojo de los miles de libros, periódicos, manuscritos, piezas anatómicas y 

muebles se llevó a cabo en pocos meses. En ese escenario, Odriozola hizo lo 

que pudo; con un Estado acéfalo y una guerra prácticamente perdida, no ha-

bía a quién solicitarle apoyo. La institución a la que se entregó con ahínco fue 

despojada de su riqueza bibliográfica. A pesar de esa coyuntura, nada pudo 

opacar su genuino compromiso para sacar adelante el establecimiento que se le 

había encargado; sacó a la Biblioteca del letargo en el que se hallaba y le dio un 

dinamismo particular. Por eso, su paso por esta institución terminó marcando 

un precedente.


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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°50, 2022

Henry Barrera Camarena

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