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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°49, 2021
El 29 de mayo de 1909 y sus ecos en la prensa satírica nacional.
La experiencia de Fray K. Bezón
ISSN: 2709-5649 pp. 59-85
El 29 de mayo de 1909 y sus ecos en la prensa satírica
nacional. La experiencia de Fray K. Bezón
Raúl Rivera Escobar
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú
contacto: cartonesco@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-2355-6215)
Resumen
La presente investigación estudia el material gráfico-satírico aparecido en Fray K. Be-
zón, representativa publicación periodística peruana de inicios del siglo XX, dentro de
la coyuntura del conato de golpe de Estado pierolista del 29 de mayo de 1909.
Analiza la manera en que la prensa satírica radical, contraria al Gobierno, enfoca
aquel frustrado movimiento insurreccional, acomo la consecuente campaña de cen-
sura estatal emprendida contra una serie de medios periodísticos, incluido el propio
Fray K. Bezón.
El estudio destaca la estrecha relación existente entre este tipo de publicaciones, de
tendencia anticlerical, con la figura del pensador y escritor Manuel González Prada.
Palabras clave: Revolución, sátira gráfica, prensa escrita, anticlericalismo, censura.
Abstract
The present investigation studies the graphic-satirical material that appeared in Fray
K. Bezón, a representative peruvian journalistic publication from the early twentieth
century, within the conjuncture of the pierolista uprising on May 29, 1909.
It analyzes the way in which the radical satirical press, contrary to the Government,
approaches that frustrated insurrectional movement, as well as the consequent cam-
paign of state censorship launched against a series of journalistic media, including Fray
K. Bezón himself.
The study highlights the close relationship between this type of anti-clerical publica-
tion with the figure of the thinker and writer Manuel González Prada.
Keywords: Revolution, graphic satire, written press, anticlericalism, censorship.
Recibido: 2021-06-29/ Revisado: 2021-07-20 / Aceptado: 2021-07-25 / Publicado: 2021-12-09.
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Raúl Rivera Escobar
Introducción
Al llegar el siglo XX, el Perú se hallaba sumido en una lucha política que enfrentaba
a dos de sus principales partidos: El Civil, agrupación conservadora formada por el
presidente Manuel Pardo, y el Demócrata, organización creada por el caudillo arequi-
peño Nicolás de Piérola. El escenario de tales enfrentamientos era el Congreso de la
República, desde donde ambas agrupaciones se esforzaban por tener la primacía en el
Gobierno. La disputa por el poder entre estos dos partidos se prolongó a lo largo de
los primeros años del nuevo siglo, aunque favoreció, principalmente, al Partido Civil,
a partir del mandato de Eduardo López de Romaña.
Para 1909, se hallaba en el gobierno Augusto B. Leguía, antiguo ministro de Ha-
cienda de José Pardo, quien había marcado, por entonces, gran distancia del Partido
Civil. El descontento demócrata se había agudizado al conseguir poca representación
en el Congreso tras las elecciones parlamentarias, producto, en gran parte, del siste-
ma, abiertamente beneficiario del civilismo; lo cual, según se decía, fue la razón que
movería a un grupo de pierolistas a intentar tomar el poder por la fuerza el 29 de mayo
de ese año. Aquel violento acontecimiento, que dejó como saldo cientos de muertos,
fue cubierto ya por la prensa escrita a través de ágiles reportajes, apoyados ahora por
imágenes y fotograbados.
A la prensa «seria», se le uniría, en la cobertura de los hechos, la prensa satírica, par-
ticularmente un subgénero, la prensa anticlerical, aparecida por esos años. La cercanía
con las ideas de don Manuel González Prada, importadas de Francia, se comprobarían
en medio de los hechos acaecidos tras el fallido golpe de Estado.
El caso de Fray K. Bezón es, en tal sentido, muy representativo, no solo por el parti-
cular enfoque de los sucesos, como una publicación orientada habitualmente a atacar
al clero, sino por el protagonismo que adquirirá el director del semanario que, por
un tiempo, estaría preso por la acusación (luego desvirtuada) de complicidad con la
revolución pierolista; castigo que impusiera el Gobierno, en medio del clima de perse-
cución a los medios.
De esta manera, se plantean dos inquietudes que mueven esta investigación: co-
nocer el alcance de la narrativa gráfico-satírica en la interpretación y difusión de los
hechos y la postura asumida por los nuevos medios en la primera revuelta golpista que
se diera en el Perú en el naciente siglo XX.
Revolución
Nada hacía presagiar que la tarde del bado 29 de mayo de 1909 se produjera en Lima
algún acontecimiento fuera de lo común.
A casi un año de asumir el mando de la nación, don Augusto B. Leguía, la ciudad y
sus habitantes se hallaban ese día sumergidos en una calma típica de fin de semana. La
actividad de transeúntes y coches en las calles era la usual en aquella apacible tarde de in-
vierno. De repente, siendo las dos y media de la tarde, aproximadamente, algo cambió, y
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el sosegado ambiente de nuestra capital se disipó bruscamente. Un grupo de unos treinta
hombres armados, comandado por Isaías, Amadeo y Carlos de Piérola (hijos y hermano,
respectivamente, del caudillo Nicolás de Piérola) ingresaron audaz y violentamente a
Palacio de Gobierno por la puerta de honor, y redujeron, a punta de balazos, a algunos
de los oficiales y soldados que la defendían.
Al mismo tiempo, otros facciosos, liderados por Orestes Ferro, tomaban el Ministerio
de Gobierno y la Prefectura por la calle de Pescadería. El grupo dirigido por los Piérola
ingresaría por los pasillos de la casa de gobierno hasta dar con el despacho del presidente
de la República, que en ese momento se hallaba junto al ministro de Gobierno, Miguel
A. Rojas y el ministro de Justicia, Manuel Vicente Villarán. El presidente sería, de inme-
diato, apresado por los revolucionarios (Basadre, 1961, 3559).
Mientras, afuera, tropas leales al Gobierno, dirigidas por el mayor Augusto Paz, se-
guían disparando desde los portales de la plaza Mayor y desde el segundo nivel de Palacio
a los revolucionarios. Pese a ello, los cabecillas del movimiento y parte de sus seguidores
decidirían salir del recinto presidencial, llevando por la fuerza al presidente, a quien
acompañarían sus dos ministros.
Allí comenzaría un confuso recorrido de los sediciosos por las calles de Lima, llevan-
do siempre de rehén a Leguía y sus dos funcionarios de Gobierno; uno de los cuales, el
ministro de Gobierno, aconsejado por el propio mandatario, se separaría del grupo en el
jirón Carabaya. Los sediciosos, sin un rumbo fijo, recorrerían así calles como Mercaderes
o Pando (lugar de residencia del jefe de Estado), pasando, incluso, por la casa del líder
liberal Augusto Durand (Basadre, 1961, 3559).
En el camino, el presidente, acompañado siempre voluntaria y lealmente por su mi-
nistro Villarán, sería objeto de vejaciones e insultos por parte de algunos de los transeún-
tes, de entre los muchos que contemplaban con estupor los acontecimientos.
Finalmente, llegarían todos a la plaza de la Inquisición, frente al Congreso. Sería este
el escenario culminante de los hechos. Allí, al pie del monumento al libertador Bolívar,
Leguía sería conminado por los facciosos, revólver en mano, a firmar un papel, redacta-
do por ellos mismos, donde renunciaba a la presidencia y cedía el mando de las Fuerzas
Armadas a los golpistas. Demostrando valentía y gran presencia de ánimo, Leguía se
negaría a firmarlo en todo momento. «No firmo», sentenciaría con firmeza (Rivera Es-
cobar, 2006, 21).
Sería en esos momentos, en que irrumpiría en la plaza un destacamento de caba-
llería de veinticinco efectivos, al mando del alférez Enrique V. Gómez, quien, avisado
oportunamente por algunos ciudadanos, había decidido acudir al rescate del presidente.
mez daría entonces la orden de disparar contra el grupo de revolucionarios. Una llu-
via de balas cayó entonces sobre la muchedumbre, lo que generó heridos y muertos. El
presidente salvó su vida gracias al arrojo del ciudadano Roberto Lama, quien lo echó al
suelo, cubriéndolo con un cadáver (Variedades, 3 de junio de 1909, XIV).
Pocos minutos después, los militares rescataban al primer mandatario. Huyeron
algunos de los principales cabecillas del frustrado golpe, entre ellos, Isaías de Piérola.
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Carlos y Amadeo de Piérola, cabecillas de la revuelta, así como el conocido montone-
ro Orestes Ferro y muchos otros revolucionarios serían apresados por las fuerzas del
orden.
En cuestión de minutos, los planes de los golpistas se desvanecían. Todo había ter-
minado poco antes de las cinco de la tarde.
El fallido golpe en la mirada del arte gráfico: Variedades y Gil Blas
Los violentos acontecimientos del 29 de mayo, como es fácil suponer, dieron lugar
a una gran cobertura periodística, en este caso, sin precedentes. Diarios como El Co-
mercio informaron el mismo día sobre los sucesos en su edición de la tarde (Figura 1);
mientras que revistas ilustradas, como Variedades, cubrirían los hechos con mayores de-
talles en la información a través de fotos exclusivas, que mostraban diversos episodios
de aquella agitada jornada.
Figura 1
Toma de Palacio por los revolucionarios
Nota. Artículo de El Comercio en el que se da cuenta de los sucesos del 29 de mayo de 1909. Fuente: El
Comercio, 29 de mayo de 1909. (Edición de la tarde).
Los reportajes gráficos cobraron entonces inédito protagonismo, así cubrieron pa-
sajes del violento episodio como el forzado paseo del presidente Leguía por las calles
de Lima o su retorno a Palacio tras ser rescatado, el tratamiento de los heridos en el
hospital o el sepelio de algunos de los fallecidos (Figuras 2–5).
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Figura 2
El presidente Leguía conducido a la fuerza por las calles de Lima por los pierolistas
Nota. El presidente Leguía conducido a la fuerza por las calles de Lima por los pierolistas (Fotografía).
Fuente: Revista Variedades, 1909.
Figura 3
El presidente Leguía retorna a Palacio de Gobierno
Nota. Retorno a Palacio de Gobierno de Leguía, ya rescatado por el ejército (Fotografía). Fuente: Revista
Variedades, 1909.
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Figura 4
Cuerpos de algunos fallecidos en la revuelta
Nota. Cadáveres de algunos fallecidos en la revuelta, en el Hospital de Policía (Fotografía). Fuente: Revista
Variedades, 1909.
Figura 5
El presidente Leguía en su despacho
Nota. El presidente Leguía en su despacho, al poco tiempo de los sucesos del 29 de mayo (Fotografía).
Fuente: Revista Variedades, 1909.
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Ya en un número extraordinario, Variedades publicó en su portada una caricatura
a colores de Julio Málaga Grenet, donde el propio Leguía aparecía exponiendo ante el
ministro de Gobierno, Pedro Larrañaga, sus impresiones sobre el fallido golpe, men-
cionando, jocosamente, su pretendida intención de tomar el caballo de Bolívar, al pie
de cuya escultura sucedieron los hechos, y huir del lugar (Figura 6).
Figura 6
Caricatura de Pedro Larrañaga, ministro de Gobierno, y el presidente Leguía
- ¿Y cuáles eran las impresiones
de V. E. cuando esos canallas lo
llevaron al pie de la estatua de
Bolívar?
- Le diré a usted, amigo, por lo
pronto que sentía un calor de los
mil demonios y unas ganas locas
de pedirle a don Simón su
caballo
Nota. Caricatura de Julio Málaga Grenet. Fuente: Revista Variedades, junio de 1909 (número extraordi-
nario).
Pese a la apertura que mostró hacia la prensa las primeras horas de sucedido el le-
vantamiento, el mandatario dio a conocer su fastidio por dicho trabajo gráfico humo-
rístico, sintiéndolo ofensivo, argumentando que se trataba de una situación que, por
respeto a sus fatales consecuencias, no merecía la mofa que él percibía emanaba del
trabajo del caricaturista. Ante esto, Variedades recurriría a ejemplos de la prensa satírica
internacional, refiriéndose a las licencias que el arte humorístico podía tomarse en cir-
cunstancias de este tipo, sin que esto significara una burla u ofensa al hecho aludido.
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De cualquier forma, al margen de la intención que pudo haber tenido al publicar el
trabajo de Málaga (de ningún modo burlesca hacia el trágico desenlace de la intentona
golpista), la revista fue uno de los medios que más condenó la revuelta por el absurdo
saldo de la violencia desatada, traducido en actos repudiables como la destrucción de
la propiedad pública y privada y pérdida de muchas vidas humanas. Esto se confirma-
ría, con el tono de la información sobre los eventos del 29 de mayo que se percibiría,
en sus páginas las siguientes semanas.
A diferencia de Variedades, la controversia con respecto al tratamiento periodístico
de los sucesos del 29 no se extendería a Gil Blas, que, en su acostumbrado vistoso gran
formato, mostraría en su portada un concepto de la noticia del momento diametral-
mente opuesto al exhibido en Variedades.
En el dibujo, ilustrado por el mismo Julio Málaga Grenet (lo cual nos advierte
sobre su condición de trabajo de encargo, como el realizado para Variedades), se apre-
ciaba el momento en que el presidente era apresado en su despacho por Isaías y Carlos
de Piérola, mientras el cadáver de un allegado al Gobierno yacía ensangrentado en
el suelo (Figura 7). Los editores de la revista Gil Blas habían juzgado inconveniente
reproducir en esos momentos un trabajo gráfico de humor en la portada, razón por la
cual habían decidido publicar en ella un dibujo «serio» y más objetivo de los hechos.
Esto no sería óbice, en todo caso, para mostrar descarnadamente, en la primera página
de la publicación, un terrible hecho de sangre, quizás en un intento por reflejar, en su
verdadera magnitud, la gravedad de los incidentes acaecidos hacía apenas horas.
De esta manera, el contraste de posturas con respecto al contenido de los trabajos
gráficos de distintos medios que relataban un mismo acontecimiento, nos revela la
diversidad de criterios (así fueran motivados por una línea principista o un compro-
miso ideológico-partidario) de la que todavía gozaban, por entonces, los directores de
los medios periodísticos merced a la vigencia de la libertad de expresión, un derecho
a punto de sucumbir por las medidas represivas que iría, seguidamente, a adoptar el
Gobierno.
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Figura 7
Portada de Gil Blas: muestra la captura del presidente Leguía
Nota. La prisión del presidente (Portada), por Julio Málaga Grenet. Fuente: Gil Blas 1 (18), 3 de junio de
1909.
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Figura 8
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Instalaciones de La Prensa destruidas por acción de los vándalos
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dades, 1909.
La represión y sus ecos a través de la prensa satírica: Fray K. Bezón
La represión del poder central contra la prensa, que llegó de la mano con el apresa-
miento de muchos líderes políticos, acusados de estar involucrados en el acto de sedi-
ción del 29 de mayo, vino a cambiar la situación.
Un oscuro precedente se había dado con la vil agresión contra el diario opositor
La Prensa, cuyas instalaciones y moderna maquinaria fueron atacadas (Figura 8), a las
horas de develada la insurrección, por una turba conformada, en parte, por elementos
de las Fuerzas Armadas (Variedades, 3 de junio de 1909, XII).
Con el nombramiento, el 8 de junio, de Rafael Villanueva como nuevo ministro de
Gobierno, se desplegó a plenitud el aparato de persecución del Gobierno, que alcan-
zaría a políticos como Nicolás de Piérola (quien huiría, aún sin haber participado en
la revuelta), Augusto Durand o periodistas como Alberto Ulloa, director de La Prensa
(Basadre, 1961, 3561).
El semanario satírico Fray K. Bezón, vigente desde hacía unos años, había estado ex-
hibiendo un tipo de humor político ácido, sensacionalista y empapado de un abierto
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anticlericalismo, cercano a las doctrinas radicales de don Manuel González Prada. El
clero y las jerarquías eclesiásticas fueron su principal objeto de ataque, mostraba en
sus caricaturas, a veces de la manera más grotesca, a curas o monjas que olvidaban su
sagrada misión y cedían a las debilidades terrenales. El sensacionalismo de sus páginas
fue quizás una de las razones por las que el medio fue perseguido desde un primer
momento por las autoridades de Gobierno.
Francisco A. Loayza, su polémico director, quien no dudada en participar de pues-
tas de escena fotográficas (que luego publicaba en la revista) donde se mostraba burlo-
namente en francachelas con actores disfrazados de clérigos, fue detenido a inicios de
junio y recluido en la Penitenciaría de Lima, lugar a donde fueron a parar los sospe-
chosos de haber colaborado en la conspiración del 29.
El estrecho vínculo existente entre Fray K. Bezón y González Prada, se confirmaría
al conocerse que el famoso intelectual y hombre de letras había asumido la fianza
que permitiría salir libre a Loayza (Fray K. Bezón, 30 de junio de 1909, 7). Durante la
prisión del último, habían ocurrido actos cuestionables de parte de ciertas autorida-
des, supuestamente de la Intendencia, quienes allanaron la redacción del semanario;
sustrajeron una serie de enseres, como una máquina de escribir, estampillas, tarjetas
postales, un libro de cheques, entre otros. La protesta de Loayza se hizo sentir enton-
ces ante el poder judicial, aunque el periodista reconocería siempre el buen trato que
recibiera estando preso.
Muchos hechos se criticaron en Fray K. Bezón sobre el curso de los acontecimientos
en la plaza de la Inquisición. Se puso en duda, para empezar, el accionar del alférez
Gómez, el artífice de la liberación de Leguía, a quien acusaban de haberse excedido al
disparar a una multitud conformada, mayoritariamente, por curiosos, que se hallaban
en el lugar y momento equivocado (Fray K. Bezón, 30 de junio de 1909, 3).El medio no
reparó en señalar que se debió encargar el operativo de rescate a un oficial de mayor
graduación, aunque reconocía el mérito del alférez (luego ascendido a capitán) (Figura
9) de rescatar sano y salvo al presidente.
El prefecto, Bruno Bueno, fue otro de los cuestionados por el medio, al saberse que
el jefe de vigilancia había dispuesto, días antes, dotar a la Policía de armas de fuego,
iniciativa a la que este, sospechosamente, se opuso. También, se prestaría a suspicacias
el hecho que el día del golpe Bueno se encontraba a bordo de una «Victoria» en la calle
Virreyna, sin hacer el más mínimo esfuerzo por enfrentar a los facciosos (Fray K. Bezón,
30 de junio de 1909, 3).
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Alférez Enrique V. Gómez
Nota. Alférez Enrique V. Gómez (Fotografía). Fuente: diario El Comercio.
Una caricatura exhibe la postura, en ese aspecto, de Fray K. Bezón: un personaje,
ataviado de una sotana, hinca con un tenedor un camarón con el rostro de Bueno,
dando a entender su condición de «colado» o infiltrado en el Gobierno, de un perso-
naje desleal (Figura 10).
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La cabeza de Bueno en el cuerpo de un camarón
Nota. Caricatura «La cabeza de Bueno en el cuerpo de un camarón». Fuente: Revista Fray K. Bezón, junio 30
de 1909.
Igual acusación fue lanzada hacia el director de la Policía, quien, según la publica-
ción de Loayza, se había unido a los facciosos siguiendo sus órdenes en todo momento
(Fray K. Bezón, 30 de junio de 1909, 3). El medio se extrañaba que dicho funcionario
se hallara aún en funciones días después del 29 de mayo.
Como no podía ser de otro modo, el clero sería también otro blanco de los cari-
caturistas de Fray K. Bezón, responsabilizándolo, de un modo hilarante, de lanzar
acusaciones falsas contra el semanario, al que supuestamente señalaría como cómplice
del levantamiento.
Un trabajo humorístico, por ejemplo, presenta a un personaje de traje y sombrero,
con apariencia de periodista, abriéndole la puerta a un fraile. El verso, que aparece
en la ilustración, acentúa el sentido satírico del mensaje del fraile, quien le ofrece al
personaje aludido el negocio de ser un falso testigo, para inculpar como sedicioso a
Fray K. Bezón (Figura 11).
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Ad majorem gloriam Dei
Nota. Caricatura de un periodista y un cura. Fuente: Fray K. Bezón, junio 30 de 1909.
En otro dibujo, tres clérigos celebran animadamente la prisión del director de Fray
K. Bezón, su implacable y permanente detractor. La alegría de los religiosos contrasta,
sin embargo, con la tristeza con la que aparecen en otro cuadro, lamentándose por la
liberación de Loayza, una vez enterados de ello (Figura 12).
El medio de Loayza también publicaría trabajos de humor que recogerían el lado
positivo (si pudiera así llamársele) de los sucesos del 29, explotado por el Gobierno.
Un trabajo nos muestra, en ese sentido, a Leguía frente a una balanza, en la que el
número de héroes, surgido de la revolución pierolista, superaba al de los cuatro gatos
que habían sido los insurrectos (Figura 13).
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Los ministros del altar
Nota. Arriba, tres clérigos festejando la prisión del director de Fray. K. Bezón. Abajo, estos desconsolados
por la liberación de Loayza. Fuente: Fray K. Bezón, julio 3 de 1909.
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Héroes y facciosos
Nota. Leguía frente a una balanza viendo que el número de héroes superaba a los cuatro gatos facciosos.
Fuente: Fray K. Bezón, junio 30 de 1909.
Después de muchas semanas de los acontecimientos del 29, la revista se dedicó
a tratar el tema de la persecución política maquinada por el primer ministro Rafael
Villanueva; poniéndose, en muchos casos, a favor de personas, según su entender,
injustamente detenidas, como era el caso de Augusto Durand, el conocido jefe de
montoneras, aliado histórico del pierolismo a través de su partido liberal. Ya desde sus
primeros días como ministro de Gobierno, Villanueva había asumido su papel censor
contra la prensa de oposición.
El semanario satírico grafica esto presentando al funcionario de Gobierno sentado
en una silla; de pie, dos frailes con aparente anuencia, a cierta distancia y detrás de él,
y a dos perros, alegorías, a su vez, de los diarios de oposición El Pueblo, La Prensa y el
propio Fray K. Bezón, a los que está a punto de colocar pacientemente los bozales, con
el fin de silenciarlos (Figura 14).
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Figura 14
La labor de Villanueva
Nota. El primer ministro Rafael Villanueva y la prensa de oposición (Caricatura). Fuente: Fray K. Bezón,
1909.
Para agosto de 1909, la figura de Villanueva había consolidado su amenazante auto-
ridad. Así, un dibujo aparecido en la portada de Fray K. Bezón responsabiliza irónica-
mente al ministro de Gobierno, a partir de unas declaraciones del político demócrata
Joaquín Capelo, del «infierno» en que había derivado la represión gubernamental. En
dicho trabajo gráfico, Villanueva y Leguía aparecen, en un altar caracterizados como
efigies de santos, frente a un rebaño de ovejas. Pero mientras Leguía está con los ojos
vendados, aparentando no saber nada de la crítica situación, Villanueva aparece con la
vista libre y lleno de milagros en su túnica, que no son otra cosa que las consecuencias
de las medidas represivas dispuestas por él (Figura 15).
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Figura 15
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Situación política o santo milagroso
Nota. Portada del número 132 de la revista Fray K. Bezón. Fuente: Fray K. Bezón, 1909, 3(132).
En otro dibujo festivo, firmado por Chambón, vemos a Leguía preguntando a Vi-
llanueva la razón por la que no funciona un organillo (con la imagen del caudillo
Nicolás de Piérola), alegoría al diario La Prensa, que tienen frente a ellos. El ministro
de Gobierno hace entonces notar a Leguía la imposibilidad de hacerlo funcionar de-
bido a haber despojado al artefacto de las manizuelas, cada una de ellas identificadas,
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simbólicamente, con los nombres de Ulloa, Yerovi, Cisneros y Guzmán, director y
redactores, respectivamente, del diario antigobiernista (Figura 16).
Hacia julio, la persecución contra los opositores acusados de conspirar el 29, se ha-
Figura 16
¿Porqué no suena?
Nota. Caricatura de Leguía y Villanueva, por Chambón. Fuente: Fray K. Bezón, 1909.
bía intensificado. Fray K. Bezón dibuja por entonces a Leguía frente a una colmena. El
presidente, en actitud de búsqueda, portando una lupa y un garrote con la inscripción
«Código militar», se pregunta entonces por la suerte del «zángano» de la colmena, el
prófugo Nicolás de Piérola (a quien se observa a espaldas de Leguía). Todas las «abejas»
ya habían sido capturadas (Figura 17).
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Figura 17
Al derredor de la Colmena
Nota. Caricatura publicada en la revista Fray K. Bezón. Fuente: Fray K. Bezón, 3 de julio de 1909
El problema de los presos políticos, sin embargo, empezaba a ser, siempre según la
mirada irónica de Fray K. Bezón, un dolor de cabeza para el primer mandatario, quien
en otro dibujo humorístico aparece caricaturizado leyendo preocupado la larga lista
de presos políticos. «No son todos los que están ni están todos los que son» —exclama
el presidente—, aludiendo a la poca efectividad del Gobierno en las detenciones a los
conspiradores del 29 (Figura 18).
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Figura 18
El primer mandatario leyendo la lista de los presos políticos
Nota. Caricatura del presidente Leguía. Fuente: Fray K. Bezón, 14 de agosto de 1909.
Ya en setiembre de 1909, encontraríamos en Fray K. Bezón a un Leguía más reflexi-
vo, ya que lo vemos haciendo un balance emocional de lo sucedido en aquella turbu-
lenta jomada. Así, sentado en las gradas al pie del monumento de Bolívar en la plaza
de la Inquisición, lo vemos entonando, al son de una guitarra, una sugestiva canción
en la que recuerda los hechos del conato de golpe de Estado, comparándolos con la
dureza del accionar de la propia Inquisición, institución religiosa censora y represiva
que tuviera su sede, en tiempos coloniales, precisamente en dicha plaza (Figura 19)
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Figura 19
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El Guitarrico
Nota. Portada del número 138 de la revista Fray K. Bezón. Fuente: Revista Fray K. Bezón, 25 de septiembre
de 1909.
El 29 de mayo de 1909 y sus ecos en la prensa satírica nacional.
La experiencia de Fray K. Bezón
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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°49, 2021
Esta es la letra de la canción que entona el presidente Leguía:
Dicen que en la Inquisición
pasaron penas amargas
más yo nunca olvidaré
las que pasé en estas gradas
Dicen que en la Inquisición
sufrieron penas aleves,
pero no se igualarían
á aquellas del 29...
Dicen que en la Inquisición
Funciona nuestro congreso.
El sitio es muy aparente
para tanto... descabello.
La fuga de los presos políticos, según Fray K. Bezón
Como paradójico, pero digno epílogo a la cadena de sensacionales acontecimientos
vinculados al frustrado golpe de Estado del 29 de mayo, en febrero de 1910, se produjo
la audaz fuga de la Penitenciaría de Lima protagonizada por Orestes Ferro, Enrique
Llosa y Amadeo de Piérola, principales implicados en el hecho subversivo. Mientras
que Isaías de Piérola fugó a Bolivia con su padre, el caudillo Nicolás de Piérola, los tres
citados prófugos nunca pudieron ser hallados por las autoridades. Ellos se las ingenia-
ron para huir de prisión en las narices de sus celadores, supuestamente personal de
confianza escogido, y pese a las medidas de seguridad dispuestas en el recinto penal,
que incluían doble reja de seguridad e intensivos patrullajes nocturnos.
Se aceptó, entonces, como una de las hipótesis más factibles, que los reos se des-
colgaron por el balcón izquierdo del penal, con vista al parque de la Exposición, y
alcanzaron así la calle (Basadre, 1961, 3565). Esta fue la versión a la que, finalmente,
se adhirió Fray K. Bezón, ya que publicó por esos días, en uno de los más antiguos
antecedentes de las actuales infografías, una reconstrucción gráfica y secuencial del
suceso, abarcando todos los pasos que, desde su celda, siguieron los reos para escapar
del presidio (Figura 20).
Raúl Rivera Escobar
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Figura 20
La evasión de los presos políticos del Panóptico
Nota. «La evasión de los presos políticos del Panóptico» (Caricatura). Fuente: Fray K. Bezón, 23 de febrero
de 1910
Entre otras consecuencias a las que dio lugar, la fuga motivaría el inmediato despido
del director del Panóptico, Pedro Portillo. De más está decir que, especialmente sobre
Portillo, lloverían pronto las críticas, entre las que figuraban las del mismo medio
satírico, Fray K. Bezón, que se refería risueñamente a su cuestionada gestión como
autoridad carcelaria: «Los presos se marchan con Marchena (quien abrió el forado por
donde huyeron) por el portillo (el director del presidio), que había sido abierto por un
serrucho de Ferro» (uno de los revolucionarios fugados).
La actitud del Gobierno hacia todos los presos políticos y perseguidos seguiría vi-
gente a lo largo de más de un año. Hasta que el 11 de setiembre de 1911, el Senado
aprobaría una ley de amnistía, que liberaba a los involucrados en la revolución del 29
de mayo de cualquier asunto pendiente ante la justicia (Basadre, 1961, 3609).
Finalmente, los presos abandonaron masivamente la prisión y los prófugos salieron
de sus múltiples escondites, entre ellos, el propio Nicolás de Piérola.
Así terminaba aquella arrebatada e irreflexiva aventura, adornada por sus segui-
dores con una aureola de romanticismo, pero que había costado la vida de muchos
El 29 de mayo de 1909 y sus ecos en la prensa satírica nacional.
La experiencia de Fray K. Bezón
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ciudadanos que nada tenían que ver con los intereses políticos que habían llevado a
ejecutarla a sus principales instigadores.
En medio de la coyuntura, periódicos satíricos como Fray K. Bezón demostraron,
con el mensaje radical de sus escritos y el audaz y permisivo lenguaje narrativo de sus
caricaturas, ser medios efectivos para reflejar la realidad de una manera más directa,
auténtica e integral. Sin dejar de lado sus habituales motivaciones ideológicas, el me-
dio de Francisco A. Loayza dejaría de lado el relato de los hechos violentos, y llegaría a
elevar un discurso crítico hacia los sucesos y sus hechos derivados, fundamentalmente,
sobre la persecución del régimen contra los políticos de oposición.
El fallido golpe de Estado de los familiares y seguidores del Califa, de alguna ma-
nera tiñó con su sangre la página dorada de continuidad política y democrática que
había llegado a ser la llamada «República Aristocrática», aunque, a la larga, supo ser
aprovechado por el aparato de propaganda de Leguía, instituyéndose así el 29 de mayo,
en conmemoración de su valiente y firme comportamiento durante aquel cruento
episodio, el llamado Día del carácter, cuya celebración tuvo un gran auge durante el
Oncenio.
Entretanto, regresando a su primer régimen, el problema directamente generado
por la revuelta pierolista pasaría, con el tiempo, a segundo plano. De manera que el
Gobierno se involucraba en otros, y muy disímiles, problemas de Estado.
Así, la mejor forma de concluir el relato sea, quizás, citando la estrofa inicial de la
«Fuga de marinera» compuesta en 1910, con mucha gracia y picardía, por los creativos
de Fray K. Bezón, que alude a un asunto cuyas implicancias, ya para entonces, afecta-
rían apenas al Gobierno de Leguía:
¡Ay, Leguía, qué salado,
qué salado está Leguía!
Villanueva ni Zapata
podrán quitarles la sal,
en todo les va muy mal,
en todo meten la pata,
en la Penitenciaría
lo mismo que en el Senado.
¡Ay, Leguía, qué salado,
qué salado está Leguía!
Raúl Rivera Escobar
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Conclusiones
Reconocida plenamente su condición de medio de expresión artística, la caricatura
política se ha constituido en un recurso válido para interpretar las diversas corrientes
de opinión que se expresan en una determinada época.
En tal sentido, se puede decir que, tal como ya se diera en el convulsionado pano-
rama político del siglo XIX, la prensa satírica peruana de comienzos del siglo XX supo,
en todo momento, dilucidar y recuperar para la posteridad el pensamiento y el sentido
crítico de la sociedad local surgido a raíz de la revolución pierolista de 1909.
En términos generales, la revisión del material que forma la base del trabajo que
presentamos, nos permite concluir lo siguiente:
Las expresiones gráfico-festivas de la prensa de entonces nos permiten conocer, de una
manera directa, la actualidad política y social que corresponde al microcosmos al cual se
reduce la realidad local del momento.
Los novedosos recursos de la prensa escrita (fotografías, caricaturas) de inicios del siglo XX,
nos ofrecen un directo y más detallado conocimiento de los acontecimientos derivados del
fallido golpe de Estado pierolista.
El humor gráfico y el poder comunicacional son conceptos estrechamente vinculados den-
tro del amplio campo de la crítica, que, en este caso particular, se ejerce no solo contra el
Gobierno de turno sino contra la jerarquía católica, por influencia de las ideas del escritor
Manuel González Prada.
El enfoque de la narrativa gráfica de humor de aquellos días nos permite delinear, en un ni-
vel interpretativo, el discurso político del momento, centrado en el enfrentamiento entre la
tendencia gobiernista y la demócrata, surgido a raíz de un sistema político que no favorece
a la segunda y que estimula en ella un evidente descontento.
Los medios de prensa son enfáticos en su condena a la violencia desatada a raíz de la in-
tentona golpista, aunque sin dejar de lado su posición crítica al Gobierno, lo que conduce
a la ejecución de una política de censura periodística, impuesta tras la llegada del gabinete
Villanueva.
La revisión de la información analizada nos revela el potencial de la sátira gráfica, en su con-
dición de fuente de primera mano, como medio de conocimiento y estudio de los procesos
sociales, políticos e históricos en sus diferentes etapas.
El 29 de mayo de 1909 y sus ecos en la prensa satírica nacional.
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Referencias bibliográficas
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