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Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, N°49, 2021
Entre libros y jabas: la Red de Bibliotecas de la Confianza y un
modelo de resiliencia en tiempos de crisis
ISSN: 2709-5649 pp. 9-20
Entre libros y jabas: la Red de Bibliotecas de la Confianza y
un modelo de resiliencia en tiempos de crisis
Héctor Fabrizio Jáuregui Valle
Investigador independiente,
contacto: fabri.jv@gmail.com,
https://orcid.org/0000-0002-5198-1481
Resumen
La pandemia se encargó de exponer las desigualdades y brechas sociales presentes
en nuestra sociedad. Con la propagación del virus, todos los esfuerzos se enfo-
caban en el dilema salud-economía. La educación, como muchos otros sectores,
confirmaba su lugar en nuestra sociedad: lejos de las grandes reformas. Ante este
panorama, es necesario entender las respuestas ciudadanas y sus formas de resis-
tencia en tiempos de crisis. Uno de los aspectos a considerar es el rol que cumplen
instituciones como las bibliotecas dentro de la sociedad y su relación directa con
el aprendizaje. El propósito de este ensayo es analizar el caso de la Red de Biblio-
tecas de la Confianza y el nuevo paradigma que ofrece a través de la intervención
de espacios en diferentes comunidades, promoviendo la lectura, permitiendo el
acceso a una educación alternativa y brindándoles herramientas de desarrollo a las
poblaciones vulnerables.
Palabras clave: Bibliotecas, Red de Bibliotecas de la Confianza, espacios cultu-
rales, resiliencia, Perú.
Abstract
The pandemic exposed the inequalities and social gaps present in our society.
With the spread of the virus, all efforts were focused on the health-economy di-
lemma. Education, like many other sectors, confirmed its place in our society: far
from the great reforms. Against this background, it is necessary to understand
citizen responses and their forms of resistance in times of crisis. One of the aspects
to consider is the role played by institutions such as libraries within society and its
direct relationship with learning. The purpose of this essay is to analyze the case
of the Trust Library Network and the new paradigm it offers through the interven-
tion of spaces in different communities, promoting reading, allowing access to an
alternative education and providing development tools to vulnerable populations
.
Keywords: Libraries, Trusted Libraries Network, cultural spaces, resilience, Peru.
Recibido: 2021-07-14/ Revisado: 2020-07-23 / Aceptado: 2021-07-29 / Publicado: 2021-12-09
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Héctor Fabrizio Jáuregui Valle
Introducción
La covid-19 trajo consigo la nueva normalidad, un periodo de crisis caracterizado por
el sufrimiento y la incertidumbre. Las imágenes cotidianas eran pacientes afuera de
los hospitales o familiares haciendo largas colas por un balón de oxígeno. Con el pasar
del tiempo, el panorama empeoró y escaló más allá de lo sanitario. En otras escenas
aparecieron niños cruzando enormes cerros en Puno para captar una señal de radio y
poder asistir a sus clases (Sánchez, 10 de mayo de 2020), adolescentes desertando para
irse a trabajar a la mina y, sin ir muy lejos, en la capital, los ciudadanos se organizaban
en los cerros para que sus hijos pudieran acceder al programa Aprendo en casa y no
perdieran el año escolar. El virus reflejó nuestras contradicciones, las antípodas de
nuestra sociedad y el abandono de muchos sectores.
La educación no era prioridad durante la pandemia. En todos los países se plan-
teaba el dilema economía-salud y decidieron enfocarse en encontrar un balance. Al-
gunos priorizaron la economía y el costo fue miles de vidas humanas perdidas. Otros
incluyeron medidas de protección educativa dentro de sus programas y, dentro de lo
posible, sobrellevaron mejor la situación. Los casos de Uruguay o Chile mostraron
que era posible implementar estrategias educativas con relativo éxito durante la
pandemia (Cobo y Sánchez, 4 abril de 2020). Le dieron la misma importancia que al
tema sanitario y económico. ¿Qué le espera a una sociedad que prioriza su economía
y relega su educación?
El último debate político, entre los equipos técnicos de Fuerza Popular y Perú Libre,
evidenció lo relegada que se encuentra la educación para nuestros futuros gobernan-
tes y lo mucho que hay por trabajar. Las cifras lo reflejan. Según la última prueba
PISA, realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE), Perú ocupa el lugar 64 de 77 países, siendo el último a nivel regional, muy
por debajo de Chile, Uruguay, Brasil o Colombia.
Por otra parte, el tema que siempre está presente en todos los debates es la lucha
contra la corrupción. En los últimos meses, se habló mucho sobre la necesidad de
mantener la democracia, hecho que se materializó en la reunión de los candidatos para
firmar una proclama que garantice el respeto de este principio. ¿Es necesario hacer
un acto así, no se supone que el respeto por la democracia es una condición que no
debería estar sujeta a estas situaciones? La democracia en una sociedad no puede estar
sujeta a firmar compromisos, esta es imperativa, por lo que debería ser natural para
todo ciudadano.
Ante la carencia de políticas públicas y los pocos espacios educativos disponibles,
muchos grupos en la sociedad se organizaron para crear ecosistemas de protección y,
en algunos casos, ocuparse de diversas necesidades en las poblaciones vulnerables. Para
los fines de este ensayo, analizaremos el caso de la Red de Bibliotecas de la Confianza,
su intervención en diferentes espacios mediante la promoción de la lectura y el plantea-
miento de un nuevo paradigma bibliotecario de resiliencia ante un contexto de crisis.
Entre libros y jabas: la Red de Bibliotecas de la Confianza y un
modelo de resiliencia en tiempos de crisis
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Es importante entender que las bibliotecas, además de brindar conocimiento y pro-
mover la lectura, también cumplen una función social. Analizar los diversos contextos
en los que surge, nos brinda herramientas y nuevas perspectivas más allá del concepto
convencional.
Las bibliotecas cumplen una función social al adaptarse al contexto en que se en-
cuentran, además de entender a sus usuarios a través de servicios basados en sus
necesidades informativas y culturales. Asimismo, los diversos tipos de bibliotecas
comunales se rigen a partir de la dinámica que desarrollan y de acuerdo con las
posibilidades económicas presentes en su organización dentro de la comunidad
(Concepción, 2019, 167).
Como menciona el autor, es importante considerar a los grupos comunitarios y sus pro-
puestas para el desarrollo social. Un punto de inicio es plantearse qué lugar ocupan los libros
en nuestra sociedad. Mientras aumentaban los casos de coronavirus, las autoridades hacían un
llamado a quedarse en casa y solo salir para comprar productos de primera necesidad. ¿Cuáles
son los productos de primera necesidad en un país tan diverso? ¿Solo alimentos, o incluso un
libro, pueden considerarse productos de primera necesidad? ¿La educación también entra en
la categoría de primera necesidad?
Alrededor de estas interrogantes nació la Red de Bibliotecas de la Confianza, un proyecto de
intervención que se formó bajo la premisa de fomentar la lectura y entender qué lugar ocupaba
el libro en nuestra sociedad. Una pregunta válida si consideramos que en los últimos meses
las autoridades promovieron la educación virtual y el trabajo remoto. Con el uso masivo de
diversas plataformas virtuales, los libros ya no serían la principal fuente de información en las
aulas, las herramientas digitales eran la única forma viable de aprender; sin embargo, no todos
accedían a estas nuevas tecnologías. No todos podían tener internet en sus casas o acceder a
una tablet para no perder sus clases. Acorde a las estadísticas, solo el 40,1 % de hogares perua-
nos tuvo acceso a internet, mientras que en área rural llega a 5,1% (INEI, 2020). Las brechas
digitales ocasionan que algunos deban resignarse a buscar otras formas de aprendizaje, fuera
del entorno convencional. Aquí actúan las redes de confianza.
Lo que hace esta Red de Bibliotecas de la Confianza es crear lazos de colaboración y co-
nectar con los lectores. Cuestiona el lugar del libro en la sociedad y reformula el concepto
convencional de biblioteca. Este proyecto genera redes de inclusión y participación. Interviene
diversos espacios, y, en muchos de ellos, no solo promueve la lectura, sino que crea alternativas
de educación en grupos vulnerables. Una iniciativa que se manifiesta como una forma de resis-
tencia ante una necesidad educativa y sus diversas carencias. Esta iniciativa abre nuevas páginas
para rediseñar diversos aspectos alrededor de nuestras formas de aprendizaje y el acceso a la
lectura en la nueva normalidad.
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Leer y resistir
Perú es un país con muchas tradiciones no escritas, muchas de ellas relacionadas con el
desarrollo y la urbanización. Solo hay que caminar para encontrar una: el cemento. En
las ciudades es imposible no tropezarse con algún centro comercial o condominio en
construcción. A su vez, coexisten otras costumbres que pasan desapercibidas, como la
carencia de una tradición lectora. Las bibliotecas, vistas como espacios de socialización
o centros culturales, pasan a un segundo plano y se esconden entre el concreto. Los
libros, como muchos otros productos de primera necesidad, también se rigen bajo las
normas del mercado y no están disponibles para todos. Por ello, no es tan inusual en-
contrar que un libro de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, cueste menos
en Argentina que en el Perú (Gestión, 11 de septiembre de 2019).
Leemos poco y las políticas públicas no logran garantizar la democratización del
libro y el acceso a la información. Pese a las exoneraciones tributarias, leer, para mu-
chos, es un privilegio. Para otros, un acto de rebeldía. El escritor Pedro Ibáñez conside-
ra que existe una relación entre los libros y la memoria, «el libro es un objeto versátil
que consolida su existencia en la pura necesidad humana de transcribir su memoria,
sea en papel o en el formato digital» (2016, 34).
El acto de leer se presenta como una forma de resistencia y construcción de una
memoria colectiva. Ante la falta de estrategias de promoción y espacios de lectura, apa-
recieron nuevas iniciativas comunitarias. Antonio Gorosito, bibliotecólogo, propone
que estos espacios surgen en contextos de desigualdad y «la necesidad inmediata de
información y cultura— se transformaba en una realidad. La correspondencia y acción
de voluntades y recursos creativos diversos, de universitarios y pobladores daban como
resultado la experiencia de la biblioteca comunitaria» (2003, 37). Podríamos hacer un
símil con el nacimiento de los comedores populares en los años 80, establecidos du-
rante la época de la violencia interna. Las respuestas ciudadanas en tiempos de crisis
son muy usuales y, por lo general, se van configurando a través de la participación
comunitaria y el apoyo de diversos actores de la sociedad.
La llegada del coronavirus también permitió la creación de la primera Biblioteca de
la Confianza. Como menciona Josefina Jiménez, fundadora del proyecto, unos días
antes que se iniciara la cuarentena, se encontró con una pared que tenía pintada la fra-
se «lee un libro», pero se quedaba en eso, en un bonito enunciado. Decidió intervenir
en ese espacio y utilizó una jaba de frutas para transportar los libros. Al no poder salir,
colocó la jaba afuera de su casa con la siguiente inscripción: «Quédate en casa leyendo,
toma un libro, te lo presto». El nombre de Bibliotecas de la Confianza tomó sentido
cuando devolvieron el primer libro (Jiménez, 2021). Con la declaratoria del estado de
emergencia, la jaba adoptaría un significado más amplio.
Las jabas de frutas transportan productos esenciales. Conforme pasaba el estado
de emergencia, el Gobierno pedía que solo salieran a comprar productos de primera
necesidad. ¿Los libros entraban en esta categoría? Quizá esa es la interrogante más
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importante alrededor de este proyecto, el lugar que ocupan libros en nuestra socie-
dad. Desde antes de la pandemia, la educación no ha sido partícipe en los debates y
grandes reformas. Según una encuesta realizada por el Instituto de Opinión Pública
de la PUCP (2020), 67.4 % de personas cuenta con un celular. Eso quiere decir que,
de cada 10 personas, 6 llevan un celular (Llanos, 29 de octubre de 2019). ¿Alguno de
ellos también llevará un libro?
En una sociedad marcada por el consumo y el entretenimiento, el acto de portar un
libro es una manifestación de resiliencia. El promedio de los peruanos lee 3.3 libros
al año y solo un 15.5% lo hace de forma cotidiana, lo que quiere decir que, solo 1
persona de cada 10, se anima a leer (PUCP, 2015, 1). Sin embargo, existen variables
relacionadas con el nivel socioeconómico que pueden mostrarnos diversos escenarios:
los lugares que carecen de servicios básicos no se enfrentan a esta dicotomía del libro y
el celular. Sistemáticamente dejan de ver a los libros como un elemento fundamental
para desarrollarse.
La profesora Natalia Duque propone que la desigualdad social es un fenómeno que
también se manifiesta en espacios como las bibliotecas, ocasionada por el descono-
cimiento que se tiene sobre su función social y cultural. A su vez, realiza una crítica
al modelo bibliotecario implementado en Colombia, que presenta similitudes con
diversos países de la región.
Si bien en Colombia hay bibliotecas en resguardos indígenas, en el caso del país
responden a un modelo bibliotecario propuesto por el Ministerio de Cultura, en
cabeza de su Red Nacional de Bibliotecas, quien ha desarrollado en los territo-
rios equipamientos culturales, no siempre estas se encuentran en diálogo con el
contexto. Dichos espacios no fueron, la mayoría de las veces, gestados en el seno
de las comunidades, aun cuando el esfuerzo de la Red está en pensar bibliotecas
para cada territorio de acuerdo con sus características particulares (Duque, 2019,
194).
Analizar la incursión de las nuevas tecnologías y cómo se configura el rol del libro
dentro de estas dinámicas de socialización permite tener una perspectiva más amplia
sobre los nuevos procesos de participación. Iniciativas ciudadanas como las bibliotecas
comunales o las Bibliotecas de la Confianza abren un camino hacia la creación de
centros culturales en zonas vulnerables. Refugios creados en diversos contextos que
permitan a las personas acceder a una educación alternativa y a espacios de integra-
ción. Las letras también son alimento.
Un nuevo modelo
La palabra biblioteca tiende a asociarse a un lugar lejano, caracterizado por enormes
espacios físicos llenos de libros y ubicados sobre todo en grandes ciudades. Repensar
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en el modelo o el concepto de biblioteca es necesario para plantear alternativas de
acceso a la información, promoción de la lectura y nuevas formas de educación.
La Red de Bibliotecas de la Confianza presenta un nuevo paradigma. En un inicio
aparecieron en diversos lugares: parques, colegios, árboles y frente a una comisaría
1
.
Así se replicaba el modelo de la jaba y los libros, sin parámetros establecidos. Poco a
poco, los mismos encargados de cada punto proponían ideas e implementaban modifi-
caciones acordes a las necesidades de sus lectores. Un modelo en constante evolución.
Este proyecto se fue transformando y llegó a implementarse dentro de diversas or-
ganizaciones ciudadanas. Una de ellas fueron las bibliotecas comunitarias, este tipo de
bibliotecas se enfoca en atender los problemas de los ciudadanos y brindarles opciones
de mejora y desarrollo. Nacieron como una respuesta ante las necesidades culturales
y educativas de los miembros de la comunidad. (Obrenovich, 2006, 3). Sin embargo,
estas iniciativas, al no contar con una estrategia o programa establecido, buscan el apo-
yo de organizaciones o grupos de la sociedad civil. Por ejemplo, el llamado de diversas
ollas comunes a Josefina permitió que las Bibliotecas de la Confianza intervinieran en
estos espacios comunitarios y se desarrollaran más allá del modelo inicial de la jaba.
Dos formas de resistencia se complementaban: las ollas, que solventaban las necesida-
des alimenticias y los libros, que se ocupaban de las necesidades educativas.
El caso del asentamiento humano Ollanta Humala, en Ica, reflejó que, con el cierre
de las escuelas, los niños de esta zona se quedaron sin poder acceder a la educación
formal. El Gobierno promovía la educación virtual a través del programa Aprendo en
casa y prometía la subvención de tablets. Sin embargo, no consideraban en la ecuación
a las poblaciones que no contaban con acceso a internet y que no disponían de los
dispositivos adecuados para conectarse o ver el programa.
La única salida era apostar por un sistema alternativo, fuera del modelo convencio-
nal de educación. Las bibliotecas de la confianza, al intervenir en las organizaciones
comunitarias, se convirtieron en refugios culturales que le brindaban a los menores
acceso a libros e información. Sin ser su principal objetivo, el proyecto liderado por
Josefina Jiménez empezaba a redefinir la visión convencional de las bibliotecas y plan-
teaba una solución específica ante las deficiencias de la educación virtual.
El contexto es un factor inherente en este proyecto. A través de este, se reconfigura
la visión de la biblioteca tradicional, y se manifiestan estas nuevas Bibliotecas de la
Confianza como espacios de resiliencia ante un sistema. Se crean ecosistemas de edu-
cación alternativa más sólidos mediante las bibliotecas y la participación ciudadana.
Además, los roles de sus participantes también adquieren otras dimensiones acordes a
su propio espacio y a las necesidades de sus localidades.
En el país existen pocas bibliotecas públicas y por ello muchos acuden a otros espa-
cios para leer. A su vez, la cantidad de bibliotecarios también es insuficiente, lo que
1 Actualmente, son 47 bibliotecas de la confianza ubicadas en los departamentos de Lima, Arequipa,
Ica, Cusco, Puno, San Martín, Lambayeque y Apurímac.
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conlleva que las propias comunidades asuman estos roles. Esto no quiere decir que la
formación profesional no sea necesaria para administrar una biblioteca, lo que se plan-
tea es que, ante un contexto con diversas problemáticas, la ciudadanía implementa
alternativas para suplir estas necesidades, redefiniendo ciertos roles como el perfil del
bibliotecario. Según Eduardo Civallero, el bibliotecario ayuda al usuario a identificar
sus necesidades informativas y, desde su planteamiento, esta función se va transfor-
mando hacia un modelo progresista.
Desde la perspectiva progresista/crítica, el bibliotecario pasa de ser un simple
gestor de documentos a convertirse en un actor social clave, pro-activo y com-
prometido, que organiza y facilita un bien estratégico común (la información)
buscando el desarrollo y el bienestar de su comunidad de usuarios (potencial y
real), sobre todo el de aquellas áreas más débiles, necesitadas, desprotegidas o
conflictivas (Civallero, 2011, 11).
Las bibliotecas comunitarias apuntan hacia este modelo progresista. Al carecer de
una formación especializada en estos temas, sus participantes aparecen desde diversas
disciplinas (Fuerzas Armadas, estudiantes, empresarios) y tratan de adquirir compe-
tencias a través de organizaciones o proyectos sociales para mejorar su función dentro
de las bibliotecas. En el caso de las Bibliotecas de la Confianza, Josefina se encarga de
brindar algunas pautas relacionadas con los tipos de textos o distribución de materia-
les según la necesidad de cada espacio. A través de esta metodología, se construyen
ecosistemas de aprendizaje. Por otra parte, este modelo también gira alrededor del con-
cepto de confianza. Confianza entre los integrantes de cada biblioteca y sus usuarios,
asumiendo un compromiso al momento de poner y devolver un libro. Así asumen un
rol más participativo. Las sociedades no se construyen solo con cemento y doctrinas
económicas, también necesitan sistemas educativos sólidos e instituciones que pro-
muevan la formación ciudadana con valores.
No es casualidad que los últimos presidentes estén acusados por actos de corrup-
ción. No es casualidad que nuestros sistemas de salud y educación colapsaran durante
la pandemia. Son las consecuencias de nuestra crisis moral. El historiador Gonzalo
Portocarrero plantea una reflexión sobre el problema moral del país en su ensayo «La
sociedad de cómplices como causa del desorden social en el Perú». Postula la idea de
que nosotros somos cómplices de la corrupción al tolerarla. Decidimos no acusar a
quienes cometen estos actos porque en algún momento también podríamos trans-
gredir las normas. Esto nos vuelve agentes pasivos en nuestro rol ciudadano, y «solo
desde la renuncia a nuestros deseos ilícitos podemos romper el cautiverio a que nos
somete esa figura. Solo entonces podremos consolidar una “sociedad de ciudadanos”»
(Portocarrero, 2005).
Una idea muy acertada que se refleja en el simple hecho de no devolver un libro.
Las Bibliotecas de la Confianza proponen una solución pequeña, pero replicable, para
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controlar nuestros deseos ilícitos y formar ciudadanía. En un clima tan polarizado por
las elecciones, con redes sociales llenas de mensajes de odio e información falsa, es im-
portante hacer una crítica a nuestro rol pasivo en la sociedad. Mirar hacia las iniciati-
vas ciudadanas y su transformación, a partir de sus propios espacios, nos alejará de esa
crisis moral. Las políticas públicas deberían plantear reformas alrededor de los nuevos
modelos de participación ciudadana y las redes que se forman alrededor de estas.
Redes de confianza
La pandemia terminó por abrir más las puertas hacia los entornos virtuales. En el país,
ya se implementaban algunas dinámicas digitales en varios sectores; sin embargo, a
raíz de la emergencia sanitaria, hubo un cambio drástico: consultas médicas por video
llamadas, educación virtual, trabajo remoto y nuevas formas de informarse.
Las redes sociales pasaron a ser uno de los principales medios de información y
comunicación. Pese a las diversas críticas por la cantidad de información falsa y los
constantes enfrentamientos por posiciones políticas, también aparecieron espacios de
colaboración e integración. Jesús Salinas, profesor de tecnología educativa, analiza la
creación de comunidades virtuales y cómo las redes ayudan en su configuración.
la evolución de la comunicación horizontal, que señalamos al principio, tien-
de a la formación de distintos tipos de comunidades virtuales. Una comunidad
virtual aparece cuando una comunidad real usa la telemática para mantener y
ampliar la comunicación. El hecho de que la interacción entre las personas no se
pueda realizar entre personas físicamente, pero enlazadas mediante redes telemá-
ticas es lo que lleva a hablar de comunidades virtuales, y que pueden considerarse
comunidades personales, en cuanto que son comunidades de personas basadas
en los intereses individuales y en las afinidades y valores de las personas (Salinas,
2003, 36).
La misma Red de Bibliotecas de la Confianza utiliza las dinámicas de estas comunida-
des virtuales. Por las restricciones durante la pandemia y la rápida réplica de los módulos
de la confianza, la comunicación con Josefina es a través de estos medios. Por ejemplo,
las personas interesadas en llevarse los libros encontraban un número de teléfono dis-
ponible en alguna parte de la cesta y le avisaban al encargado qué título tomaban y,
posteriormente, cuándo lo entregarían. Poco a poco los propios administradores de cada
biblioteca implementaron otros sistemas de comunicación como grupos de WhatsApp o
la creación de catálogos virtuales. De esta manera, se utilizaban los entornos virtuales y
sus diversas herramientas para fiscalizar y gestionar las redes de lectores.
Redefinir el espacio físico y el rol de los actores involucrados son otras de las principa-
les características de este proyecto. Estos embajadores, sobre todo en las ollas comunes,
dejan de ser actores pasivos que replican un modelo e intervienen en este según las
necesidades de su contexto. Crean nuevos ecosistemas de aprendizaje, los cuales se van
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reforzando con las tecnologías de la información y sus diversas formas de aprendizaje y
alfabetización virtual.
Sánchez y Yubero profundizan sobre los cambios en el acceso a la información y las
formas de socialización en las bibliotecas. Uno de los aspectos a considerar es el rol edu-
cativo de estos lugares y el surgimiento de nuevas formas de alfabetización, la cual debe
ir acompañada de la forma tradicional basada en la lectura y la escritura.
En las últimas décadas hemos sido testigos de un profundo cambio social fruto
de la evolución tecnológica y la democratización del acceso a la información, lo
que ha replanteado algunas de las variables involucradas en los procesos de alfa-
betización. La irrupción de las tecnologías de la información ha modificado las
formas de acceder a la información y generar conocimiento e, incluso, las formas
de comunicación y participación ciudadana, lo que demanda nuevas alfabetiza-
ciones (Sánchez y Yubero, 2015, 106).
El surgimiento de nuevas formas de aprendizaje genera que diversas iniciativas,
como las Bibliotecas de la Confianza, intervengan en diferentes espacios, a diferencia
de las bibliotecas públicas y comunitarias, sin la necesidad de contar con un local
fijo. Pueden surgir desde las iniciativas individuales o mediante agrupaciones sociales.
Cada punto con diferentes necesidades, pero estableciendo redes de aprendizaje infor-
mal y acercando los libros a los lectores.
Estas redes o comunidades virtuales se basan en la conexión. A pesar de la pan-
demia y los continuos enfrentamientos en el mundo virtual, este proyecto también
propone alternativas relacionadas con el apoyo mutuo en la crisis y la importancia de
confiar en el otro. Se enfoca en la organización colectiva a través de diversos actores,
ya sea mediante una jaba o en los locales comunales. A través de nuevas dinámicas
de socialización y colaboración, se priorizan las necesidades de cada localidad, explo-
rando nuevas formas de educarse, implementando soluciones y creando espacios de
resiliencia.
Conclusiones
Lo que ahora conocemos como nueva normalidad es un término que debe llevar-
nos a replantear diversos aspectos en nuestra sociedad. Uno de ellos está relacio-
nado con la educación, esta no debe enfocarse solo en impartir conocimiento,
también hay que formar ciudadanía. Las brechas sociales hacen que el acceso a la
lectura pase de ser un acto democrático a convertirse en una acción de resiliencia y
rebeldía. Por ello, es necesario que las instituciones implementen canales de acceso
y programas de ayuda social, que ayuden a reducir estas brechas y acompañen a
las iniciativas ciudadanas en la formación de proyectos culturales, sobre todo en
aquellas poblaciones que no cuentan con los recursos necesarios para acceder a la
educación virtual.
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Comprender el rol social de elementos integradores como las bibliotecas, nos per-
mite plantear diversas respuestas. Alejarnos del modelo convencional de biblioteca,
que las asocia con espacios físicos y lejanos, nos permite analizar nuevos meca-
nismos y dinámicas de participación ciudadana. Los mismos integrantes de las
Bibliotecas de la Confianza asumen roles activos, bajo nuevas formas de aprendi-
zaje. se capacitan y construyen soluciones educativas, según las necesidades de sus
comunidades. A su vez, los lectores también tienen un rol activo dentro de estos
ecosistemas, ya que al llevarse el libro asumen un compromiso y se les presenta la
oportunidad de replicar la iniciativa con pocos recursos: solo necesitan libros y
jabas.
La educación virtual es el camino que nos toca seguir. El contexto nos lo impone.
Las experiencias de algunas comunidades plantean respuestas; sin embargo, las
instituciones deben articular estos pequeños fragmentos en diversos programas y
estrategias integrales. La Red de Bibliotecas de la Confianza es un ejemplo de cómo
funcionan las dinámicas en redes sociales. Su rápido avance y transformación en
cada localidad nos brinda opciones de cambio, para democratizar la lectura e im-
plementar nuevas alternativas de aprendizaje y alfabetización digital en poblaciones
vulnerables. A su vez, este nuevo paradigma se orienta hacia un modelo progresista
de biblioteca, que redefine los roles de sus integrantes y se enfoca en solucionar
las necesidades de cada comunidad a través de la lectura. Es importante que estos
proyectos tengan el respaldo de las autoridades y se implementen programas inte-
grales alrededor de sus ecosistemas. De esta manera, también se abren puertas a
nuevas formas de resiliencia y participación ciudadana para romper con modelos
convencionales y materializar soluciones en diversos ámbitos.
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