Fénix 46, 183-201

–183– B iblioteca nacional del perú JULIO C. TELLO, GAMALIEL CHURATA Y SEBASTIÁN SALAZAR BONDY Bibliotecarios Orlando Corzo C. Los intelectuales, especialmente creadores literarios, entre los que abundan cuen- tistas, novelistas y poetas, son los principales dadores de nombre para denominar a la mayoría de bibliotecas públicas, escolares y académicas en todo el mundo. El Perú no puede ser ajeno a esta costumbre y tradición, pues existen muchas bibliotecas que llevan el nombre de nuestros principales escritores e intelectuales. Se pueden mencionar criterios de identificación como los argumentos regionales que se expresan, por mencionar solo un ejemplo, en el número de bibliotecas en la re- gión Ica que llevan el nombre de Abraham Valdelomar. O como ocurrió con la Biblio- teca Municipal de Laredo, en Trujillo, que lleva el nombre de José Watanabe, lugar de nacimiento del poeta. Otro caso es el de Puerto Supe, en la provincia de Barranca, en donde la biblioteca del Sindicato Pesquero de Supe lleva el nombre de Blanca Varela, como reconocimiento al libro Ese puerto existe . Otros autores, como José María Argue- das o César Vallejo, trascienden los regionalismos para dar su nombre a bibliotecas en todo el Perú, sin distinción entre localidad o tipo de biblioteca. Un buen ejemplo de esto es la biblioteca José María Arguedas del penal Miguel Castro Castro. Pero los ambientes de las bibliotecas, con estanterías llenas de libros y silenciosos salones de estudio, no solo han cobijado a creadores y estudiosos de manera natural como usuarios de sus servicios y colecciones. Las bibliotecas también han servido y sir- ven como centro de labores a diversas personalidades de la intelectualidad peruana en las que desempeñan funciones de organización bibliotecaria. Han sido bibliotecarios no solo reconocidos intelectuales que ocuparon el cargo de la dirección de la biblioteca de la Universidad de San Marcos y de la Biblioteca Nacional del Perú, sino también perso- nalidades que poseen mayor reconocimiento por su obra en otras áreas que como biblio- tecarios. Así tenemos que Carlos Germán Belli, notable poeta peruano perteneciente a la generación del 50, Premio Nacional de Poesía, trabajó en la biblioteca de la Cámara de Senadores del Congreso de la República, entre los años 1946 y 1968. Sucedió a otro escritor, Manuel Beingolea —cuyo nombre lleva actualmente la Biblioteca Municipal de Barranco—, quien fuera jefe de la Biblioteca del Senado de 1930 a 1946. De acuerdo a Osmar Gonzales (2006), el único trabajo conocido de José María Eguren fue el de biblio- tecario en la Biblioteca del Ministerio de Educación, entre los años 1931 y 1940. El poeta arequipeño, César «Atahualpa» Rodríguez, cuyo verdadero nombre fue César Augusto Rodríguez Olcay, trabajó muchos años en la Biblioteca Municipal de Arequipa, de la Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.46, 2017

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