Fénix 22, 69-73

Las fuentes de inspiración de una obra teatral de Calderón de la Barca sobre el Perú GUILLERMO LOHMANN VILLENA Aunque en verdad no figura entre las obras más divulgadas de su repertorio, es sabido que entre la producción teatral del insigne autor español Pedro Calde– rón de la Barca (1600-1681) se registra un drama profano titulado "La aurora en Copacabana", cuyo primer acto transcurre en Túmbez, el segundo en el Cuzco y el último, en Copacabana misma y en La Paz. En el reparto, cierta– mente abigarrado, aparecen como interlocutores Huáscar Inga, rey; Yupangui, indio, galán; Tucapel, indio, gracioso; Don Francisco Pizarro; Don Diego de Almagro; Pedro de Candia; Don Lorenzo de Mendoza, Conde de la Coruña, Vi– rrey; Don Jerónimo Marañón, Gobernador de Copacabana; Guacolda, sacerdo– tisa, india; Glauca, india, graciosa; un tipo simbólico, la Idolatría (en traje de india), y por último, personajes de importancia secundaria. Como se advierte, la imaginación ca1deroniana no se paraba en barras a la hora de reunir en una pieza teatral a protagonistas provenientes de los más distantes puntos del mundo americano: el Virrey, Don Lorenzo [Suárez] de Mendoza, Conde de la Coruña, fue en verdad gobernante de México desde 1580 hasta su muerte tres años más tarde, y acaso Calderón de la Barca lo confundiera con Don García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, que estuvo al frente de los destinos del Virreinato peruano desde 1589 hasta 1596; el nombre del Go– bernador de Copacabana recuerda a Don Sancho de Marañón, poeta y Corre– gidor de Saña en 1594, a menos que el dramaturgo español hubiese insinuado una referencia al río Marañón; en cuanto a Tucapel, Guacolda y Glauca, son personajes inmortalizados por Alonso de Ercilla en La Araucana, con la salvedad de que a la última Calderón le transformó el apelativo de Glaura (como aparece en el poema de Ercilla) en Glauca (de color verde claro), licencia artística muy en consonancia con el barroquismo de la época. Por otra parte, los anacronismos no deben de llamarnos en absoluto la aten. ción: el asedio del Cuzco lo supone Calderón como ocurrido cuando Carlos V se había retirado a Yuste y acababa de asumir el cetro su hijo Felipe II, esto Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.22, 1972

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